La
cancillería chilena viene a los tumbos hace mucho rato. Durante la dictadura
vivió un severo aislamiento internacional
a partir de las violaciones a los DDHH
y de su papel de agencia de tapadera de los servicios de inteligencia de
Pinochet, por ejemplo el agente de la DINA Cristiàn Labbé fungió como diplomático por
años.
Vuelta
la democracia, el personal se mantuvo sin cambios sustantivos, peor aún
funcionarios como Jimy Sinclair, colaborador activo de la CNI, como consta en documentos
oficiales, fueron vertiginosamente ascendidos, en este caso por Eduardo Frei Ruiz
Tagle que a instancias de Martita le subió dos grados para dejarlo con rango de
embajador, hoy es el director de protocolo de Piñera.
Se
esperaba que la nueva cancillería adoptara un compromiso
internacional con la democracia a partir de todo lo que habíamos sufrido y de
la solidaridad internacional que habíamos recibido. Nada de ello ocurrió, los
mismos funcionarios siguieron desplegando una conducta de indiferencia en estos
temas y de marcado arribismo internacional que nos fué ganando las antipatías
internacionales.
Los
mandos políticos concertacionistas – siguiendo una orientación general de sus
gobiernos- parecieron más ocupados en congraciarse con el personal de “carrera·
(impuesto por la dictadura o prohijado por esta) que de desplegar una politica
distinta en el ámbito internacional.
Nada
se hizo por mejorar el nivel profesional de sus miembros, son muchos los
embajadores “de carrera” que ni siquiera tienen un titulo profesional, por
ejemplo German Guerrero que lo ha sido en Cuba, México y otros lugares, creo
que una labor de esa envergadura requiere de algo más que una licencia
secundaria.
La
defensa de Pinochet en Londres, en la que
nuestra cancillería se desprestigio a más no poder, llegando a
falsificar pasaportes para el dictador, nos dejó muy mal. No menor
fue, el aporte a esta pérdida de imagen, el respaldo oficial de la canciller
Soledad Alvear al golpe de estado en Venezuela. Las victimas de Pinochet
apoyando un golpe de estado, resultaba difícil creerlo. Al Dalai Lama de visita en Chile ni
siquiera lo recibieron en La
Moneda, nunca se reconoció al estado palestino, el pueblo
saharahui, al cual le fueron a pedir dinero para la campaña presidencial de una
señora a pesar de la pobreza a que lo
tiene sometido la monarquía marroquí, nunca lo reconocieron, a Cuba le
exigieron condiciones miserables para restablecer relaciones diplomáticas.
Empezamos
a perder amigos internacionalmente, no éramos confiables para nadie, perdimos a un aliado histórico como Ecuador que prefirió, en este tema de La Haya, arreglarse por separado
con los peruanos que defenderse junto con Chile. No somos confiables.
La política exterior se desplegó arrogante
“los tratados no se modifican”, eso es un
sofisma, claro que se pueden modificar con acuerdo de las partes, se agregaba
“no tenemos cuestiones limítrofes pendientes”, la soberbia ciega a los que posee.
Argumentaban,
estos fukuyamistas de segunda mano, que
terminada la guerra fría la política internacional se había desideologizado. La
“fenicia” cancillería chilena se empezó a escuchar en los foros internacionales,
la “Israel” de América Latina.
Cuando
asumió Piñera y su ministro gerente de retail las cosas llegaron al paroxismo
se instaló la doctrina de las "cuerdas separadas". Todo conflicto se encapsula en
su ámbito, los negocios están antes que todo. Piñera llegó a dar una cena en
honor de Alan García y lo condecoró en La Moneda. Porque?, negocios que
no conocemos o un estropicio de marca mayor como resultado de una política que
pone delante del interés de la patria el de los empresarios.
La
cancillería chilena fracaso por completo pues no pudo evitar que los peruanos
nos llevaran al tribunal de la
Haya que como sea es una confrontación y no una negociación
que es el instrumento propio de la diplomacia.
Luego
se constituyó la “armada de Brancaleone”, ninguno de sus integrantes con
experiencia en litigios, María Teresa Infante, su gran mérito ser hija de un
almirante, Alberto Van Klaveren , pituto del PPD y punto y Felipe Portales
fracasado ministro de educación y unas viejas inútiles que salieron a ultimo
minuto a decir con necedad panglosiana “que pudo ser peor”. Se gastaron
millones en viáticos, viajes y expertos
(cuyo monto la
Corte Suprema les permite mantener en secreto) para terminar
diciendo “hicimos lo posible”(Van Klaveren).
Los
ministros de La Haya
son en su mayoría ex ministros de relaciones exteriores que operan con lógicas
políticas más que jurídicas (sino como explicamos el quiebre de la demarcación
en la milla 80, porque no en la 60 o en la 130). La doctrina de las “cuerdas
separadas” sólo pudo ser leída por ellos como que para Chile no era dramático
perder territorio (los derechos económicos exclusivos lo son; una forma de
propiedad), si los negocios continuaban. Para la Corte un conflicto resuelto, el conflicto no escala
y el prestigio del tribunal aumenta.
Se
dijo que nuestra integridad territorial se garantizaba con el enorme gasto
militar y la amistad de los norteamericanos, un error completo.
Se
nos dice ahora, dorando la píldora, que lo bueno es que ya todo lo territorial
se resolvió. Eso mismo juro y requetejuro Fujimori y su canciller.
Perú
y Chile cometieron un error histórico al ira a litigar a La Haya, al
relativizar las 200 millas como zona económica exclusiva, supeditada al
uso económico, la Corte abrió espació para que eventuales terceros
señalen que Chile, Perú y Ecuador sólo pueden exigir las 200 millas en
los lugares en que efectivamente han ejercido actos económicos de
significación.
Chile Perú y Ecuador perdieron pues su declaración de 200 millas se relativizó por completo respecto de terceros.
Sus derechos allí devendrían de la costumbre y ella requiere ser una
practica reiterada y significativa. De esto no toman nota alguna los
incompetentes de la cancillería, bueno con cuarto medio.
ROBERTO
AVILA TOLEDO