viernes, 27 de febrero de 2009

LA OTRA GUERRA DEL PACIFICO: CUANDO CHILE Y PERU FUERON ALIADOS




En 1843 fue entronizada como monarca de España Isabel II cuyo reinado se prolongaría hasta 1868. Al momento de su coronación el imperio estaba en franca decadencia. Su flota de guerra había quedado reducida a sólo tres buques de alguna significación bélica.

Bajo la influencia de Francisco Armero, de apellido tan sugerente a estos efectos, y Mariano Roca de Togores, Marqués de Molina, la reina inició un acelerado y costoso proceso de rearme de su poder naval cuyas perspectivas se articulaban claramente con la aspiración de reconstruir su ya tan erosionado entramado colonial.

La posibilidad de reconstruir el imperio contó con un fuerte consenso de las clases dirigentes. Una estrategia de afanes colonialistas se reinstalaba como política de estado.

A fines de los 50 se iniciaron hostilidades bélicas con Marruecos que implicaron la movilización de más de 30 mil tropas y de la flota, significativamente robustecida. La debilidad del adversario aseguraba la victoria y tonificaba la voluntad tan a mal traer luego del gigantesco desastre que habían sido las luchas de independencia en América del Sur. Un armisticio que amplió significativamente la esfera de influencia hispana en la zona puso fin a la guerra el 25 de Marzo de 1860.

Luego los españoles se involucraron en un conflicto en Indochina, aportaron también inicialmente a la invasión imperial de Francia a México y por último procedieron a anexarse nuevamente Santo Domingo.

Tan nostálgicos del pasado como audaces jugadores del presente creyeron llegada la hora de tantear la posibilidad de dar vuelta atrás la rueda de la historia.

La reina Isabel II autorizó a fines de 1862 el envío a América Latina de una expedición “científica” que vendría acompañada de tres naves de guerra de gran potencia de fuego y velocidad para la época. Aparte del supuesto interés “científico” el gobierno español recopiló sigilosamente una serie de reclamos de ciudadanos españoles que vivían en los estados independientes que se habían instalado en las antiguas colonias.

No se necesitaba estar preso de la filosofía de la sospecha para percatarse que estas visitas “científicas”, armadas de cañones hasta lo dientes, venían a tantear el terreno cual amante desahuciado vuelve bajo pretexto de amistad.

La expedición, como un presente griego, rebosada en su proclamado carácter científico, arribó al puerto chileno de Valparaíso en Abril de 1863. El mando de la misma era todo un símbolo de sus pretensiones pues fungía como Almirante don Luís Hernández Pinzón descendiente en línea directa de los hermanos Vicente y Martín Pinzón que comandaron sendas carabelas en la flota de Cristóbal Colón.

Luego de un tiempo en Chile, donde fueron acogidos con hospitalidad, los “científicos” y sus naves de guerra emprendieron viaje hacia el Perú. Con este país los españoles tenían una situación muy singular pues luego de la victoria independentista de Ayacucho de 9 de Diciembre de 1824 y de la posterior suscripción de las correspondientes capitulaciones los peruanos les reconocieron ciertas deudas a los españoles, pero ellos no aceptaron formalmente la independencia de estos, como si ocurrió con los otros estados latinoamericanos nacientes.

La escuadra recaló en el Callao recibiendo un trato deferente y amistoso. Cuando emprendían rumbo a California un hecho fortuito les cayó del cielo.

El 2 de Agosto de 1863 un incidente entre criollos y españoles-vacos en la hacienda peruana de Talambo terminó con la muerte de un hispano. El almirante español volvió con su flota y exigió disculpas y reparaciones al gobierno peruano presidido por don Juan Antonio Pezet.

Luego el asunto subió más de tono con la resucitada exigencia hispana de que se le pagaran los bonos de cuarenta años atrás. El requerimiento español creaba una situación paradójica pues se exigían pagos a un estado cuya existencia no se reconocía.

Madrid por su parte envió a tratar los asuntos litigios con Lima a don Eusebio Salazar y Mazaredo con el título de “Comisario Especial y Extraordinario de la Reina”. La denominación del enviado era la que utilizaban los funcionarios españoles en tiempos coloniales, lo cual no hizo sino desatar el patriotismo peruano.

Bajo ese título afrentoso Lima le negó trato oficial y España respondió haciendo que la flota surta en el Callao se hiciera a la mar ocupando luego las islas Chincha, depósito natural de guano, principal exportación peruana en al época, donde se izó bandera española el 14 de Abril de 1864.

El presidente peruano Pezet trató de hacer un doble juego y de una parte trataba con los españoles y de otra mandaba al coronel Francisco Bolognesi Cervantes a Europa a comprar armamentos y particularmente buques de guerra. De esta gestión surgió la compra de los buques, Huáscar ( el mismo que está en Talcahuano), Independencia, Unión y América.

En 1864 se celebró en Lima un Congreso americanista en el que participaron delegaciones de diversos países, pero que no lograron producir un efecto apaciguador en el actuar español.

La escuadra española se vio reforzada con los buques de guerra Reina Blanca, Berenguela y Villa Madrid.

La escuadra española tenía ahora como jefe a José Manuel Pareja, hijo del general Antonio Pareja, que había encontrado la muerte en sus intentos por aplastar la insurrección independentista chilena iniciada en 1810, hecho que despertaba en este marino los peores rencores en contra de todo lo que fuera chileno.

El 25 de Enero de 1865 la escuadra española bloqueó el Callao e intimó ultimátum de 24 horas. Desde España zarpa la poderosa fragata blindada Numancia de 7.500 toneladas y 96 metros de eslora con 620 tripulantes para unirse a la escuadra de Pareja. Era un buque de potencia y envergadura descomunal en el mundo de aquél entonces. Era el equivalente en nuestros tiempos al portaviones americano “Ronald Reagan”.

Con esta pistola en el pecho, el presidente Pezet delegó funciones en el general Manuel Ignacio Vivanco quien culminó el proceso de negociación con el tratado llamado Vivanco-Pareja suscrito en la cubierta del buque español Villa de Madrid el 27 de Febrero. La indignación cundió por América Latina y con la máxima intensidad en Chile, el recuerdo de los héroes de la independencia estaba aún fresco, de los que habían combatido en aquella gesta había aún muchos en este mundo y en ellos si bien sus cuerpos habían abandonado la condición atlética de la juventud sus corazones aún latían sin disminuir su intensidad independentista.

En el Perú las cosas se pusieron al rojo vivo. El presidente Pezet concurrió al parlamento a explicar el tratado y fue allí donde el presidente del Senado Ramón Castilla, preso de la más viva excitación, las emprendió a puñetazos en contra del primer mandatario llegando a fracturarle la mandíbula, lo cual costó inmediato exilio al atacante.

El 28 de Febrero se sublevó contra los acuerdos la guarnición de Arequipa al mando del coronel Mariano Ignacio Prado.

La corbeta española Vencedora atracó en el puerto chileno de Valparaíso donde se le negó aprovisionamiento bajo pretexto de supuesta neutralidad chilena en el conflicto peruano-español, el argumento era insostenible si se consideraba que días antes dos naves peruanas habían partido de allí cargadas con armamentos e incluso voluntarios chilenos que fueron despedidos con grandes muestras de adhesión popular, todo ello a vista y paciencia, e incluso con participación, de las autoridades gubernamentales porteñas.

En Santiago, una vibrante y multitudinaria concurrencia reunida a los pies del monumento del general José de San Martín en La Alameda de Las Delicias recibió el encendido discurso del diputado don Benjamín Vicuña Mackenna que puso el americanismo como deber inmediato de todo patriota chileno. Vicuña Mackenna era descendiente directo del brigadier Juan Mackenna jefe de Estado mayor del general Ohiggins y es ascendiente en la misma línea del conocido actor chileno Benjamín Vicuña.

El 17 de Septiembre el Almirante Pareja atracó en Valparaíso a fin de negociar la situación, pero con un descriterio absoluto exigió que como cosa previa se saludara el pabellón español con 21 cañonazos. El no chileno fue tan rotundo y expresivo que quizás pudo escucharse en España pues el general O´Donnell, a la sazón jefe del gobierno de Madrid, dio inmediato respaldo a lo obrado por el almirante. Se instaló entonces el bloqueo naval a Valparaíso.

El 24 de Septiembre ante un enardecido parlamento Vicuña Mackenna lee los documentos oficiales por los cuales se ha notificado ese mismo día al gobierno español el estado de guerra determinación que es aprobada en el acto por el parlamento mediante sonora ovación. La primera magistratura de Chile la ocupa don José Joaquín Pérez.

El 31 de Septiembre el canciller Covarrubias cita a su despacho a Vicuña Mackenna y le designa agente diplomático especial y confidencial en EEUU con el fin de recabar apoyos políticos y materiales para la causa americana y colaborar con los independentistas portorriqueños y cubanos que a fuego lento trabajan en su propia marmita revolucionaria. El diplomático revolucionario parte rumbo al norte al día siguiente en el vapor Chile, en su misión inscribirá su nombre y el de su patria en la historia de las luchas independentistas cubanas.

El presidente Pezet se ve forzado a la renuncia siendo reemplazado por el vicepresidente Pedro Diez Canseco. Este también evade la confrontación con España y cae derrocado el 26 de Noviembre por el coronel Prado quien se posesiona de Lima luego de cruentos combates.

Prado que ya ha tenido reuniones con los chilenos que habían dispuesto al efecto a don Domingo Santa María expresa su agradecimiento y solidaridad con estos a la vez que declara la guerra a España. Se reciben las adhesiones de los gobiernos bolivianos y ecuatorianos. España bien parece estarle pisando la cola a un león dormido.

En los primeros combates navales ya la suerte se torna favorable a la flota aliada chileno-peruana. El almirante Pareja se suicida ante las sucesivas derrotas que viene recibiendo en diversos combates navales y la clara percepción de que el futuro para su escuadra esta cargado de los más negros presagios. Todo preludia el desastre o la retirada ignominiosa. Los chilenos le habían capturado incluso la corbeta Virgen de Covadonga. Asume la escuadra española el brigadier Casto Méndez Núñez.

Peruanos y chilenos forman una sola escuadra naval, un grupo de tareas de este al mando del peruano Manuel Villar se enfrenta exitosamente con la escuadra rival en el sur de Chile frente a la isla de Abtao, combate que pasa a la historia con ese nombre. Es una gran victoria chileno-peruana. Señalemos que combate allí como oficial quien sería luego el gran almirante peruano Miguel Grau, en la misma condición lo hace el chileno Arturo Prat. Aquí se explica porque en la fratricida Guerra del Pacífico (1879) muchos oficiales navales, peruanos y chilenos, se conocen o son incluso amigos.

Desde un punto de vista estrictamente militar el combate de Abtao no es una gran victoria americana, pero desde el punto de vista político el éxito es rotundo y produce un cambio estratégico en los objetivos de los contrincantes. España no tiene la fácil y absoluta supremacía marítima que se suponía y si las cosas fueran a tierra firme la correlación de fuerzas se haría aún más desventajosa para los herederos de Cristóbal Colón. A más, la flota aliada espera la pronta llegada de los blindados Huáscar e Independencia recién salidos de astilleros europeos. Así, las cosas sólo podían empeorar para los españoles.

Pérdida la perspectiva de una victoria estratégica, y como tantas veces en la historia, los españoles buscan ahora salvar el honor por medio de la violencia en si misma de resultados puramente destructivos. Esta línea nunca ha salvado el honor de ningún ejército pero si ha dejado a muchos en el cubo de la historia. La orden de Madrid es expresa, se destruye la flota aliada o una ciudad. La mirada de la frustración vengativa se posa sobre el puerto de Valparaíso.
La presencia del Numancia, buque del máximo poderío impide a la flota aliada dar batalla en mar abierto y Valparaíso queda abandonado a su suerte junto a sus 80 mil habitantes.

En un desesperado intento por presentar combate las autoridades chilenos aceptaron la proposición del ingeniero alemán Karl Flash para construir un pequeño submarino que fue el tercero en construirse en el mundo. El pequeño sumergible zozobró con sus doce tripulantes en la rada de Valparaíso cuando pretendía hacerse a la mar.

El 31 de Marzo de 1866 los buques Villa de Madrid, Blanca Resolución y Vencedora con el potencial de fuego de casi 150 cañones dejaron caer sobre la ciudad 2.600 proyectiles en casi tres horas de impune bombardeo. Los incendios y los gritos de dolor de los miles de heridos y moribundos, todos población civil no combatiente, crearon un escenario ante el cual el mismo Dante se habría estremecido. La ciudad quedó en ruinas. A pesar de que el gobierno chileno puso trenes gratuitos para abandonar la ciudad una vez recibido el ultimátum, muchos no percibieron la gravedad de la situación o bien no quisieron abandonar sus propiedades.

El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile don Ivan Cobarruvias dirigida al embajador de Chile en EEUU don Francisco Astaburuaga despachada el 1 de Abril para ser presentada al gobierno norteamericano señala,

“Valparaíso ha sido ayer victima del más triste i vergonzoso de los atentados que recordará jamás la historia de las naciones cultas. Durante tres horas aquella gran ciudad comercial i marítima ha sido bombardeada por la escuadra española que se haya bajo las órdenes del brigadier D. Casto Mendez Nuñez. Los rebosantes depósitos de mercaderías, sus opulentos almacenes de almacenes de comercio sus pacíficos hogares, sus monumentos públicos, sus establecimientos de beneficencia han sido batidos encarnizadamente por la artillería de un enemigo cuya cobarde saña parece hallar estímulo en la inmunidad con que se cebaba en su inerme presa…

El viernes 23 de Marzo comenzó a circular en Valparaíso el rumor de que la escuadra española se preparaba a bombardear aquél puerto. Este rumor tenía por fundamento una conversación del señor general Rilpatrick Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos), con el brigadier Méndez Núñez, en lo que este ultimó declaró al primero su determinación del bombardeo. Tal declaración aunque infernal y (palabra ilegible en el original), era auténtica según nos aseguró el mismo general Rilpatrick. No obstante nos restamos a creer que el jefe enemigo pusiese en ejercicio un designio tan infamante para su país como estéril para los fines que le era lícito perseguir en la presente guerra, si había de hacerlo según las leyes de las naciones cristianas civilizadas…


En un mensaje cargado de cinismo Casto Méndez informó a Madrid de su obra:

“Profundamente afectado bajo la dolorosa impresión que V.E. puede comprender debe producir en el ánimo del jefe de una escuadra él tener que dirigir los fuegos de los buques de su mando sobre una población que no se defiende”… “he cumplido con este triste deber en obedecimiento de las instrucciones del Gobierno de S.M. como extremo imprescindible a que hemos tenido que apelar”.


El sentimentalismo del almirante español fue rápidamente desmentido por el vandalismo de su flota que destruyo 30 naves mercantes chilenas en su trayecto rumbo al Callao luego de su acción en Valparaíso.

Hay quienes han reconstruido este periodo histórico de manera benévola para España señalando que todas estas tropelías fueron cometidas por almirantes obcecados que se excedían de las órdenes de Madrid. Pero de la simple lectura de este informe se percibe claramente que la flota actúa “en obedecimiento de las instrucciones del Gobierno de SM.”.

El bombardeo de Valparaíso, principal puerto chileno, tendrá un profundo impacto en la vida nacional.

Primero; los daños materiales son cuantiosos y afectaron severamente nuestro desarrollo económico. Segundo, el americanismo, luego de los terribles costos pagados, se hizo minoritario y pasó a ser reemplazado por una mentalidad isleña que se vio luego fortalecida con los resultados de la fratricida guerra del Pacífico (1879). Tercero, marcó a fuego la conciencia nacional en el sentido de que siempre se debe mantener una fuerza naval poderosa.

No sólo en América del sur se combatía contra el colonialismo. En México los aztecas con Benito Juárez a la cabeza llevan adelante una exitosa campaña militar en contra de Maximiliano impuesto por Napoleón III como emperador de ese país. Esta inaceptable entronización terminará con el propio Maximiliano ante el pelotón de fusilamiento el año siguiente.

El 2 de Mayo la flota española atacó el Callao. Pero aquí las cosas se presentaron de un modo distinto al alevoso ataque al puerto chileno. A la existencia de cañones y fortificaciones se sumó una guarnición militar que apoyada por una población civil que encendida de patriotismo reforzó las defensas y resistió el ataque causando graves daños a los atacantes, de los cuales no menos de cincuenta pasaron a mejor vida y prácticamente todas las naves recibieron averías. A tal punto fue efectiva la respuesta de los defensores que luego de cinco horas de combate debieron replegarse a la isla de San Lorenzo a fin de reparar naves y curar heridos.

Los peruanos contaron entre sus bajas al propio Ministro de Defensa don José Gálvez que encabezaba la resistencia desde uno de los fuertes donde también cayó el capitán de artillería chileno don Juan Salcedo. Había chilenos, ecuatorianos y bolivianos compartiendo la suerte de sus hermanos peruanos prácticamente en todas las fortificaciones.

España ya no tenía perspectiva estratégica de ganar la guerra y se mostraba incapaz incluso de realizar acciones táctico-punitivas. Era el epílogo.

La escuadra española se dividió partiendo unos hacia Filipinas y otros al Atlántico sur, como camino de vuelta a la península.

Los aliados con naves de refuerzos llegaron a hacer planes para atacar a los hispanos incluso en sus propias bases. Pero, en España se abrió un nuevo proceso político que culminarla con el derrocamiento de la reina Isabel II lo que dio de hecho por concluido el conflicto.

España, Bolivia, Chile Perú y Ecuador firmaron un tratado en 1871 en Washington que puso término legal al conflicto. España reconoció la independencia de Perú en 1880. El colonialismo llegaba definitivamente a su fin en esta parte de nuestra América.

Esta guerra ha sido olvidada en la memoria colectiva de nuestros pueblos sirvan estas líneas para sacarla de tan inmerecida condición.

ROBERTO AVILA T.

BENJAMIN VICUÑA MACKENNA EL PRESIDENTE QUE NO FUE





Alexis de Tocqueville en su texto, clásico de la ciencia política, "La democracia en América" titula un capitulo "Porque los grandes hombres no son presidentes de América (EEUU)". Esta afirmación-interrogación bien podría formularse en Chile. Particularmente si se observa el cuadro de postulantes que se perfilan, cuya modestia de talentos, paradójicamente, va en inversa proporción a sus posibilidades electorales. A mayor modestia intelectual, más votos.

Esto no es cosa nueva. Hay un hombre grande en la historia de Chile y América Latina, hombre excepcional, que debió presidir nuestro país y no lo hizo.

La historia de Chile yace distante de sus hijos de estos tiempos. El grueso de mis compatriotas poco o nada saben de don Benjamín Vicuña Mackenna, es posible que este nombre sólo les evoque una de las avenidas principales de Santiago que tan merecidamente lleva su nombre.

Vicuña Mackenna fue uno de los grandes hombres de nuestro país en el siglo XIX. Nació en Santiago el 25 de Agosto de 1831. Hijo de Pedro Félix Vicuña y de doña Carmen Mackenna, hija esta del brigadier de origen irlandés don Juan Mackenna que prestó destacados y nobles servicios a Chile en las guerras de independencia, los cuales le costaron en definitiva la vida (*).

Estudió en el Instituto Nacional y se graduó como abogado en la Universidad de Chile. Participó en la Sociedad de la Igualdad de Francisco de Bilbao en 1851, entidad que en aquél tiempo expresaba la crítica social más radical y progresista de nuestra sociedad. Participó en el motín contra Manuel Montt lo que le valió el exilio. Entre 1852-56 recorrió Inglaterra, Estados Unidos y América Latina. Volvió a Chile y un nuevo amotinamiento le retornó al exilio, se radicó entonces en Europa.

Desde 1862 participa de manera destacada en la Sociedad de Unión Americana en Santiago. En 1864 es elegido diputado por La Ligua. Sus concepciones liberales quedaron claramente establecidas en su discurso inaugural de la campaña cuando expreso: «Por el carácter que, desde el principio ha asumido la, cuestión entre nosotros, sabéis ya con certeza, señores, que el adversario con quien vamos a luchar para vencerlo, es ese elemento nuevo y peligroso que pretende invadir el campo de la política y que no vacilo en llamarlo por su propio nombre, el elemento clerical».

Formidable orador se transformó en un verdadero tribuno popular en el parlamento. Una de sus primeras leyes fue la repatriación de los restos de Bernardo Ohiggins quedados a su fallecimiento en Lima donde vivió cruel e injusto exilio luego de haber independizado a Chile. Promovió leyes y participó en discusiones parlamentarias que tendrían plena vigencia en el Chile de hoy tales como: ley de protección de los derechos indígenas, contra los abusos de las cajas de crédito prendario (casas de empeño) por sus intereses usurarios y a favor de la tolerancia religiosa. Era un revolucionario liberal de tomo y lomo en su época.

El 31 de Septiembre de 1865 fue designado agente diplomático confidencial de Chile en Estados Unidos para suscitar apoyos para Chile y Perú que habían entrado en guerra con España y crearle la mayor cantidad de problemas posibles a esta última potencia colonialista particularmente por la vía de colaborar con los independentistas cubanos y portorriqueños..

Luego de su misión se le reeligió como diputado por Valdivia (1867-70) y por Talca (1873-76).

El presidente Federico Errázuriz Zañartu en una hábil maniobra política destinada a evitar los fuegos de un orador deslumbrante en el parlamento, le invitó a colaborar en su gobierno. La proposición no sólo fue astuta sino muy ventajosa para Santiago, pues el nuevo Intendente (1872-75) le cambió la cara a la ciudad realizando gigantescas y bien definidas obras públicas como la construcción del paseo del Cerro Santa Lucía que perdura hasta hoy, todas ellas en los conceptos estéticos arquitectónicos que había percibido en Europa. Modernizó también la policía civil siguiendo el parámetro francés. En 1876 una bien merecida candidatura a la presidencia de la república naufragó en las procelosas aguas de la política contingente. Con todo don Aníbal Pinto solitario postulante a la primera magistratura debió observar el cómputo de significativas abstenciones en el colegio electoral que fueron muestra de adhesión a Vicuña Mackenna.

Luego de este traspié sería senador por Santiago y luego por Coquimbo. Paralelamente Vicuña Mackenna fue también uno de los intelectuales más brillantes del siglo, dueño de una vitalidad extraordinaria hizo compatible con su azarosa vida política una producción historiográfica extraordinaria. Sus obras se publicaron en la primera mitad del siglo XX bajo promoción de Arturo Alessandri Palma en 19 tomos. Entre sus obras más connotadas se cuentan: Páginas de mi diario durante tres años de viaje: 1853- 1854- 1855, El ostracismo del general D. Bernardo O'Higgins, Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt, Vida de don Diego Portales, La guerra a muerte: memoria sobre las últimas campañas de la Independencia de Chile 1819-1824, Historia crítica y social de la ciudad de Santiago (1541-1868), Historia de Valparaíso: crónica política, comercial i pintoresca de su ciudad i de su puerto desde su descubrimiento hasta nuestros días, 1536-1868, Lautaro y sus tres campañas contra Santiago. 1553-1557, Los médicos de antaño en el Reino de Chile, Vida de Bernardo O'Higgins, Juan Fernández. Historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe, El álbum de la gloria de Chile. Homenaje al Ejército y Armada de Chile en la memoria de sus más ilustres marinos y soldados muertos por la patria en la Guerra del Pacífico. Es de hacer notar que todas ellas tienen un enorme valor científico y en el caso de El ostracismo de los Carreras y Vida de Bernardo Ohiggins son fundacionales en el tema.

El 25 de Enero de 1886 en su hacienda Santa Rosa de Colmo mientras trabajaba en su biblioteca llegó a término su fructuoso paso por este mundo. No se ahorro riesgo en su vida ni se intimidó ante empresas venturosas dotado como estaba de espíritu y corazón vehementes, como cruel paradoja sería este último el que presentaría letal vacilación.

Santiago le recuerda con una estatua al pié del Cerro Santa Lucía. Existe también un museo biblioteca, creado por ley, con su nombre destinado a la conservación y divulgación de su formidable obra. Se le recuerda también en otros lugares de nuestra América, como en Cuba, a la que colaboró activamente, como hemos dicho, en la incubación de primera insurrección libertadora (1868), desde su cargo como agente diplomático especial en EEUU, en el que editó el periódico independentista-revolucionario "La voz de América".

De don Benjamín Vicuña Mackenna escribió Rubén Darío:

¿Qué fue Vicuña Mackenna? Enmiendo ¿Qué no fue Vicuña Mackenna? Fue gran político, gran historiador, tribuno, viajero, poeta en prosa, crítico, literato, diarista incomparable, monstruo de la naturaleza. Escribía en francés, como un parisiense, peroraba en inglés, como un norteamericano. Tan sabiamente analizaba los detritus y las plantas, como los poemas y las oberturas. Su cabeza era una enciclopedia. ¡Oh, cerebro prodigioso donde las ideas no hacían distinción de conocimientos para prodigarse siempre fecundas, siempre amenas y regeneradoras fue, sin exageración, el carácter más admirable y la inteligencia más clara de toda la América Latina.

ROBERTO AVILA TOLEDO

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