miércoles, 19 de agosto de 2009

EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE ALLENDE (XVI)

EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE ALLENDE (XVI)


El error de 19171.Vamos a analizar la táctica y la estrategia de la Unidad Popular durante el año 71. El capítulo lo hemos llamado "El error del '71" se trata de una visión crítica a la conducción.

Nuestro análisis tiene una serie de ventajas respecto al que la dirección de la Unidad Popular pudo realizar el mismo año '71 que transcurría. Primero, nosotros sabemos ya el resultado general del proceso, no podemos equivocarnos en este sentido. Segundo, nuestro análisis está formulado 30 años después sin las urgencias y presiones, de todo tipo, que recaían sobre la conducción del período.

Estas cosas deben decirse porque cuando se analiza la línea llevada por una dirección que en definitiva sufre una derrota como la del '73 existe cierta tendencia a la crítica devastadora y sin matices y a no considerar los hechos mismos en sus múltiples condicionantes y posibilidades.

La izquierda chilena y sus dirigentes llevaron un proceso político adelante que tuvo muchas virtudes, decisiones lúcidas y que reflejó capacidades de acción sobre la realidad que deben ser consideradas.

Que se haya llegado a poner tan severamente en cuestión el sistema de dominación capitalista no es obra de la casualidad. La brutalidad de la represión, el tiempo que duró y que quería más la dictadura, refleja la profundidad con que las ideas de izquierda se habían enraizado en la conciencia nacional.

Eso no sucede por azar ni de la noche a la mañana.

La izquierda chilena hizo cosas importantes y valiosas para llegar al triunfo popular del 4 de septiembre de 1970: organizó una poderosa y unitaria central obrera con un claro sentido de clase, articuló la unidad de la izquierda a partir del eje socialista comunista, desarrolló un Partido Socialista influyente y distante de la socialdemocracia europea, desarrolló el Partido Comunista más poderoso de Occidente después del italiano, influyó poderosamente en la cultura nacional, se transformó un actor central de la política chilena, constituyó un poderoso entramado de relaciones internacionales, llevó adelante un trabajo de masas efectivo en todo el territorio nacional.

Pero todas estas cosas se dan en un marco determinado, se desenvuelven en un marco de legalidad, donde todo termina tarde o temprano en negociaciones. La izquierda del '71 no tiene experiencia en ofensivas estratégicas, tampoco la del '86. Su gran ofensiva estratégica son las elecciones presidenciales.

Hay también una cultura legalista en el chileno en general que predispone a la negociación. El primer acento que ponen los huelguistas en Chile es que su huelga es legal.

Estas condiciones históricas y culturales van creando una forma cultural de actuar, tanto en la dirección como en las bases.

Hasta 1970 la izquierda chilena no se ha visto nunca en situación de lo que algunos llaman literariamente "el asalto al cielo". No es la situación argentina que sabe del gobierno peronista de los '50 y de lo que pasa en la derrota, Bolivia tiene la experiencia de revoluciones y contrarrevoluciones, El Salvador de la huelga general de Farabundo Martí, Cuba sabe ya desde el año '32 como la burguesía y el imperio le ha escamoteado el derrocamiento del dictador Gerardo Machado y como al final de toda su lucha se beneficiará Fulgencio Batista.

La izquierda total o parcialmente había estado en el gobierno con anterioridad al '70, pero siempre en una situación de subordinación política. Nunca había llegado al gobierno con sus propias ideas, con un programa revolucionario.

El programa de la Unidad Popular de 1970 tenía muchas y buenas cosas, se plantearon 40 medidas. Sin embargo había una que determinaba todo el resto y fijaba la naturaleza de las contradicciones en el período: la nacionalización del cobre.

Si la Unidad Popular quería llevar adelante un programa serio de modernizaciones progresistas, no podía prescindir de la nacionalización del cobre ni de la reforma agraria.

La segunda desataría, como ocurrió, una fuerte resistencia de la oligarquía terrateniente, pero a fin de cuentas esta es una fuerza nacional y que estaba objetivamente en retirada histórica del modo de producción capitalista. Tan es así que hasta los norteamericanos promueven cierto tipo de reforma agraria para América Latina.

La nacionalización del cobre nos confrontaba directamente con el imperio norteamericano por el enorme valor monetario de las riquezas nacionales en disputa y además porque esto podía servir de ejemplo a todo el tercer mundo respecto a defender sus riquezas naturales.

La nacionalización del cobre determinó la naturaleza del enfrentamiento. Es por ello que una estrategia correcta debió partir de la idea que el enemigo principal era el imperialmo norteamericano y luego la burguesía y la oligarquía nacionales. Era el enemigo principal porque los intereses eran del todo irreconciliables, por el enorme poder de todo tipo que éste detentaba y detenta y porque se jugaría en aplastar la revolución chilena, como sucedió.

El Informe Church señala claramente que al menos desde un decenio antes de la asunción de Allende ya el imperio actuaba en contra de la izquierda chilena y los trabajadores a través de distintas agencias y con métodos ora legales ora ilegales.

La lucha trascendía de los marcos nacionales, el enemigo más peligroso de la revolución y la democracia chlena estaba entre bambalinas. Sergio Onofre Jarpa, Eduardo Frei Montalva, Patricio Aylwin, Pablo Rodríguez no eran sino soldados de avanzada, cuya acción se orientaba desde el enemigo principal.

Ya hemos visto en el capitulo correspondiente cuales son las ideas que inspiran la política exterior norteamericana y cual ha sido su praxis en los cinco continentes.

La revolución chilena no podía transar, la revolución chilena solo podía triunfar o ser derrotada.

El imperio norteamericano genera cuando menos, como hemos visto, dos alternativas de Golpe para evitar que Allende asuma. Nada de lo que se hiciera le evitaría el embate imperialista. El gobierno popular estaba condenado por su programa. Su única alternativa era traicionar, pero ése no era un camino para Allende ni para la gloriosa generación revolucionanria que lo acompañó.

En1971, luego de fracasar los complots de la CIA para impedir el ascenso de Allende, del aislamiento de la derecha, del no involucramiento de la DC en los planes desestabilizadores de ésta, la economía había ampliado el consumo a amplios sectores de la población, demostrando que la tesis de la capacidad industrial ociosa era correcta, la cesantía había sido reducida a la mitad en menos de medio año. Había aumentado el crecimiento económico sustantivamente, la inflación había caído a la mitad. El optimismo era el estandarte del gobierno, izado por una ascendente popularidad en la ciudadanía.

Ninguno de los negros presagios promovidos por la campaña del terror se había cumplido, Chile vivía en pleno ejercicio de las libertades públicas tradicionales que además eran ampliadas.

En las municipales de abril la Unidad Popular obtuvo más del 50% de los votos, una mayoría absoluta que en la morfología de la política chilena es extremadamente difícil de alcanzar. La Unidad Popular era la fuerza política electoral más poderosa con mayoría absoluta y sus oponentes eran minoría y divididos. A mayores disposiciones favorables, significativos sectores de la DC demostraban su pública concordancia con las medidas gubernamentales.

El enemigo estaba "groggy" pero no derrotado. La iniciativa estuvo todo el año 1971 en el campo popular.

El espacio que no ocupa un aspecto de la contradicción lo ocupa el otro, los momentos de equilibrio pasivo son mínimos en una situación revolucionaria. Se puede perder la iniciativa, pero aquí fue peor se regaló.

La Unidad Popular había llegado al gobierno por los caminos legales. Nada hacía aconsejable apartarse de ellos por simple tributo ideológico. Pero si el camino era la legalidad burguesa, era necesario alcanzar legalmente la hegemonía del poder legislativo y defenestrar a la oligarquía del poder judicial. ¿Cómo?. Por vías legales por supuesto.

El programa de gobierno contemplaba la reivindicación de una Cámara única. Esto tenía por objeto perfeccionar el aparato del Estado simplificando la burocracia legislativa de las dos Cámaras.

Pero además respondía a un problema político de la mayor importancia. La Cámara de Diputados se renovaría completamente en marzo de 1973 y en ese momento sólo parcialmente el Senado, es decir el gobierno debía gobernar con una correlación de fuerzas adversas casi la mitad de su gobierno, que a mayor ilegitimidad correspondía a otra situación política.

Si se llevaba a un plebiscito la disolución del actual Congreso, se convocaba a un llamado a elecciones generales, libres y democráticas por supuesto, todo indicaba que se ganaría. Pero además el programa contemplaba que la asamblea legislativa elegiría la Corte Suprema. Era desalojar democráticamente a la derecha de la estructura jurídico política del Estado. No era su derrota estratégica, pero se ganaban valiosas posiciones.

La popularidad de la Unidad Popular al momento de la nacionalización del cobre, 14 de julio del 71, estaba por las nubes, mucho más allá del 50% de abril.

Esto habría permitido no sólo tener un parlamento favorable sino propinarle una derrota de proporciones a la derecha , en ese momento ínfima minoría y aislada.

El Partido Comunista no quiso llegar al plebiscito. No quería alborotar las cosas cuando todo iba tan bien. ¿Para qué convocar oposiciones cuando todo está tan bien?. Pero implicó olvidar quién era el enemigo, que en ese momento lo era fundamental y principalmente el imperio norteamericano.

En cuanta esta coyuntura Adolfo Lara recuerda:

"Nosotros éramos partidarios de una reforma constitucional, con un plebiscito, para una reforma mas profunda.

"Ellos (el PC) decían que había que afianzar lo avanzado y no agudizar la situación política. Nosotros decíamos que había que avanzar y legitimar más con un plebiscito. Hay que considerar el momento que se vivía, que era un momento de flujo revolucionario. No planteábamos una dictadura del proletariado ni nada de eso, sino la participación de la sociedad en su conjunto en el proceso".

La postura del PC era comprensible si consideramos su concepción de la revolución por etapas a la que ya hemos hecho referencia. Su concepción mecánica de la realidad le impidió ver que si no se usaba la iniciativa que se tenía en las manos ella se perdería y la ocuparía el imperio más poderoso de la historia.

El imperio había descartado el '70 usar fuerzas militares directas contra Chile como estaba haciendo en Vietnam y como haría luego en tantos lugares. Requería en su táctica hacia Chile echar a andar su maquinaria de desestabilización, unir la oposición, sabotear la economía, sembrar la discordia en la izquierda.

Era el momento de dar un golpe que casi era tan potente como el triunfo del 4 de septiembre de 1970. Habrán sido dos elecciones ganadas , además con cifras más contundentes que en abril.

El PS y el MAPU desde la UP quieren el llamado a plebiscito, ven con claridad la oportunidad que está regalada en el escenario nacional.

Dado el estado de repliegue de la derecha ni siquiera habría causado una gran conmoción política.

Con el Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial a favor del proceso, la derecha sólo tendría como recurso la desestabilización sediciosa y la lucha armada desde una posición de minoría.

El impacto de un par de victorias tan significativas habría producido efectos progresistas en la DC. De igual manera habría puesto vallas al trabajo del imperio y la burguesía nacional al interior del Ejército.

El 23 de julio de 1971 Allende visita Salta en Argentina, donde se reúne con el gobernante argentino Alejandro Agustín Lanusse, quien está encabezando un proceso para volver a la democracia. La reunión resulta muy beneficiosa para Chile pues por un parte desactiva la posibilidad que se ataque a la revolución por mano argentina, bajo pretexto de diferendos limítrofes, y por otra, se consigue que el gobierno argentino abra una línea de créditos para Chile.

En agosto bajo patrocinio democratacristiano se inicia la primera huelga del cobre en El Salvador. El afán desestabilizador no puede ocultarse.

En septiembre el Partido Nacional acusa constitucionalmente al ministro de Economía, Pedro Vuskovic. El método no funciona por falta de apoyo DC que se abstiene a cambio de que no se despidan trabajadores democratacristianos en Sumar. Conseguida la unidad política de la DC con la derecha las acusaciones constitucionales derribarán a ministros al por mayor, la UP responde mediante los "enroques ministeriales": ministro defenestrado se cambia de cartera y el que la ocupaba llena la vacante.

En octubre en una maniobra perfectamente orquestada se produce el primer desabastecimiento de pollos en Santiago. Se acapara y luego se publicita la escasez, en una sociedad con un reciente aumento del poder adquisitivo, la maniobra se potencia a sí misma a medida que corre la voz. La maniobra se inicia en los supermercados del barrio alto.

El 20 de octubre sin motivo alguno que lo justifique, la Juventud Demócratacristiana se toma la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile; es la clarinada para otra serie de tomas universitarias. La Juventud Nacional se pliega con entusiasmo a la iniciativa.

Se trata de crear la sensación de caos político y precariedad económica.

La prensa pro UP crítica con dureza la estrategia democratacristiana. La dirección derechista hace un escándalo de la crítica, encuentra allí otro pretexto para su giro a la derecha.

Los revolucionarios no logran articular la unidad de sus fuerzas. En noviembre de 1971 se celebra el pleno del Comité Central del PS, en el que se tratan diversos temas y al cual el Presidente Allende envía una carta de gran contenido estratégico e ideológico a la cual nos referiremos en el capítulo de la relación Allende/PS. En relación al Congreso el evento del PS resuelve:

"Por eso ha llegado el momento de adecuar jurídicamente la institucionalidad chilena a las transformaciones revolucionarias que están remodelando nuestra sociedad. Con ese objeto el Partido Socialista, ante el actual Parlamento que no representa ya las mayorías nacionales y, por el contrario, ha pasado a constituirse en una bastión de la resistencia reaccionaria, propicia reformas constitucionales que contemplan la facultad del Presidente de la República para disolver el Congreso Nacional y el reemplazo de éste por la Asamblea del Pueblo, el establecimiento de los mecanismos adecuados para expropiar los monopolios industriales y comerciales, como asimismo las empresas estratégicas, y la incorporación del derecho de los trabajadores para participar en la gestión de las empresas, en el texto constitucional.

Estas reformas constitucionales generarán un verdadero enfrentamiento político entre el Gobierno Popular y las fuerzas reaccionarias internas y externas. Por eso será necesario realizar un extraordinario esfuerzo para elevar la conciencia política de las masas, para hacerlas comprender que lo que está en juego tras dichas reformas es la posibilidad de romper el empate político y manejar las herramientas reales del poder, por lo cual se deberá promover la más amplia movilización de masas en torno a sus intereses de clase".

La táctica del PS es clara: reformas constitucionales. Dar inicio a una ofensiva política, dentro de la ley, eso es muy claro, para edecuar jurídicamente a la institucionalidad que está quedando atrasada al curso real de la voluntad popular. Habrá un enfrentamiento político inevitable, el PS lo percibe con claridad.

Pero esa no es la opinión única de los revolucionarios, ya hemos dicho que el PC, no quiere estas reformas constitucionales. Para mayores infortunios, el 1 de noviembre de 1971 en el discurso de despedida del campesino mapuche Moisés Huentelaf, asesinado por terratenientes en Cautín, sur de Chile, el Secretario General del MIR Miguel Enríquez sostiene:

"El pueblo entregó toda su confianza a la Unidad Popular y se dejó conducir por ella; entendía que al conquistar el gobierno estaba ganando un instrumento que le ayudaría en la lucha por sus intereses y en contra de sus enemigo. A pesar de las medidas positivas de este gobierno, de los avances que la Unidad Popular ha hecho, las debilidades, las concesiones y las tentaciones de algunos de us sectores de convertirse en árbitros de la lucha de clases no les dejan a los trabajadores otro camino que recobrar una cuota de la confianza entregada y apoyando las medidas positivas de este gobierno, combatiendo sus concesiones, pasar los trabajadores a definir un camino propio...

"Nosotros, los militantes del MIR a través del Movimiento Campesino Revolucionario, del Frente de Trabajadores Revolucionarios, de las organizaciones revolucionarias de los pobladores y del Frente de Estudiantes Revolucionarios, empujaremos estas movilizaciones de masas y buscaremos asumir su liderazgo...

"Unir a todos los sectores del pueblo en el combate contra el enemigo común de todos los sectores de trabajadores: la legalidad de los patrones.

"¡A disolver el Parlamento!

"Obreros, campesinos, pobladores y estudiantes entienden, y cada vez más irán comprendiendo que lo que frena su avance en todos los terrenos es la legalidad construida por los patrones. Primera tarea será la disolución del Parlamento. Terminar con la mayoría democratacristiana y nacional que desde allí dispara contra los trabajadores. Su reemplazo por una Asamblea del Pueblo en que estén representados los obreros, los campesinos, los pobladores, los estudiantes y los soldados....

"El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular".

La última de las consignas dichas por Enríquez precisan con claridad su apreciación de la realidad política nacional.

"¡A conquistar el poder para los trabajadores, a instaurar un gobierno revolucionario de obreros y campesinos!"

¿Qué es entonces el gobierno del Presidente Allende?.

Las diferencias estratégicas se trasladan a la táctica. El MIR, lo dice claramente, busca que los trabajadores retiren una cuota de su confianza en el gobierno, y ellos asumirán su liderazgo.

Hay un mar de diferencia entre lo que propone el PS y lo que promueve el MIR en relación a la institucionalidad. Miguel Enríquez llama a disolver el Congreso. Esa es una medida propia de una revolución triunfante luego de los enfrentamientos propios de una insurrección. Esa medida la adoptan los vencedores del conflicto armado.

¿Qué podía hacer la UP que no había triunfado en insurrección alguna, que su fuerza estaba dada precisamente por el respeto a la ley y el voto ciudadano? Eso era lo que había entrabado la acción represiva del aparato armado del sistema. La propuesta de Enríquez flotaba en el aire.

El 4 de noviembre la Unidad Popular en una declaración firmada por todos sus partidos y redactada por Anselmo Sule le responde al MIR:

"El primer objetivo del ataque del MIR es la política agraria del gobierno. Se le imputa a la UP utilizar la ley democratacristiana para acelerar las expropiaciones. Con esta ley, cuyas insuficiencias los partidos que integran la Unidad Popular denunciaron hace mucho tiempo. El gobierno con el apoyo responsable de las masas campesinas, habrá expropiado todos los latifundios del país el próximo año. El MIR propone que en vez de dedicarse a hacer la Reforma Agraria, la UP se desgaste en una guerrilla parlamentaria sin detenerse a considerar que en el Parlamento hay una mayoría reaccionaria. ¡Esto es poner la carreta delante de los bueyes!

"Usar la ley para avanzar y mejorar la correlación de fuerzas a favor del gobierno y de la UP para asegurar la dictación de una nueva ley con el apoyo de la mayoría, eso es una política revolucionaria. Lo otro lo que el MIR propugna en el campo, una política indiscriminada de tomas, no sólo de latifundios, sino de medianas y ahora último de pequeñas propiedades como lo ocurrido en Cautín, significa enajenarse el apoyo de miles de pequeños campesinos agrícolas, explotados por el latifundio, llamados a ser beneficiados por el gobierno y aliados del proletariado agrícola en su lucha por la Reforma Agraria. Significa regalarle a la derecha cerca de la mitad de la población agrícola de Chile.

"¡A eso conduce la política del MIR!

"Por otra parte, cuando la derecha se esfuerza por hacer aparecer al gobierno actuando al margen de la ley, con el claro objetivo de reducir su base de apoyo social y político, el MIR entrega una graciosa contribución a esa campaña. Aplicando esquemas, los dirigentes del MIR tansforman la legalidad en fetiche con evidente menosprecio de la fuerza del movimiento de masas que será capaz de modificar con el apoyo mayoritario el carácter reaccionario de la estructura política... En este sentido la UP ha anunciado el envío de la reforma constitucional que crea la Cámara Única..."

La ofensiva jurídico-política sufre un doble entrabamiento, por una parte el Partido Comunista no quiere tomar la iniciativa política y por otra la ultra izquierda desvirtúa sus contenidos hasta transformarlos en una mera provocación verbal.

El proyecto de reforma constitucional se mandó el 10 de noviembre de 1971, y luego se le quito el carácter de urgencia por lo cual murió sin pena ni gloria, ya era tarde la derecha levantaba la cabeza, con su marcha de las cacerolas (1 de diciembre). Ya Aylwin/Frei controlan la DC después de la muerte de Pérez Zujovic y la llevan a un entendimiento estratégico con la derecha, el sabotaje económico de la CIA empieza a producir sus primeros efectos en la economía.

La línea del PS quedó aislada por ambos lados. Los que tenían fuerza para apoyar la reforma de manera real (PC) no querían y los que tenían escasa fuerza encontraban que la reforma era poco y que había que ir al máximo: la disolución del Congreso.

La línea del PS tenía la audacia de avanzar y la responsabilidad de hacerlo por el camino legal que era el único posible en ese momento táctico, pero se quedo sin apoyo de aliados de consideración. La distinta valoración del gobierno popular, los caminos tácticos disímiles surgen con toda nitidez de la lectura de estos documentos. Creo que es una reflexión necesaria pues se han simplificado demasiado las cosas y se tiende a hacer aparecer la política del PS como idéntica a la del MIR.

Aún cuando el PS era el partido más grande de la izquierda se quedó sólo. Nada se podía hacer en tales condiciones: nada se hizo.

En 1972 se producirá un equilibrio estratégico donde la UP estará claramente a la defensiva. El año parte con un fuerte acaparamiento de cigarrillos que la derecha vocea como el desabastecimiento que viene. No hay y nunca habrá una legislación que permita poner coto al sabotaje económico. La DC se opone sistemáticamente a cualquier norma jurídica que reprima el acaparamiento y el sabotaje, y en paralelo, con una hipocresía increíble, promueve movilizaciones en contra del desabastecimiento.

Ese año la derecha se jugará por el derrocamiento del gobierno mediante el paro patronal de octubre. La tormenta se capea mediante la llegada de los militares al gobierno y la resuelta movilización de la clase trabajadora que toma en sus manos el conjunto del proceso productivo.

Pero se llega a fin de año en una clara situación defensiva. La derecha apuesta ahora a defenestrar al gobierno ganándole las elecciones de marzo de 1973. Dice públicamente que obtenido los dos tercios, cosa que da por hecha, procederá a acusar y destituir constitucionalmente al Presidente.

La Unidad Popular ya no recuperará la iniciativa política perdida el año '71, su tarea principal y única en todo el período que viene está signada por la necesidad de defender el gobierno. No habiendo desatado la ofensiva, de ahí en adelante se deberá escuchar el implacable tic tac de la cuenta regresiva.



CARLOS ALTAMIRANO Y EL PS

Carlos Altamirano ha sido el dirigente de izquierda más odiado y calumniado por la derecha chilena durante decenios.

Varias veces han tratado de asesinarlo. Patria y Libertad lo tuvo entre sus planes criminales, como ha reconocido su jefe operativo Roberto Thieme, luego la DINA del general Manuel Contreras y Pinochet montó operaciones en Europa con similares fines.

Fue Secretario General del Partido Socialista desde 1971 hasta algunos años después del Golpe militar.

Es uno de los políticos más capaces y de mayor formación teórica que dio Chile durante el siglo XX. Nunca ha estado involucrado en hechos de corrupción.

Dueño de una oratoria formidable y de una capacidad analítica poco usual, el autor de estas líneas recuerda haber escuchado a sólo dos políticos cuya estatura intelectual le ha resultado deslumbrante: Fidel Castro y Carlos Altamirano.

Se tituló como abogado en la Universidad de Chile. Trabajó algún tiempo para la empresa Chilectra (electricidad), luego se incorporó al PS siendo subsecretario de Hacienda durante el gobierno democrático de Carlos Ibáñez, elegido senador en la segunda mitad de los '60, luego desaforado -por sus planteamientos revolucionarios- y vuelto a elegir el año 73.

Bajo su conducción el PS alcanzó el mayor desarrollo orgánico y político de su historia. En aquellos tiempos alrededor de uno de cada cuatro chilenos votaba por el Partido Socialista. Hernán Coloma, a la sazón miembro de la Comisión Política, recuerda:

"Altamirano llevó adelante una importante modernización del Partido Socialista. El creó comisiones técnicas en todas las áreas, antes de tomar decisiones había que estudiar, dedicábamos por lo menos un par de horas al día para estudiar los informes. Estábamos bastante bien informados. La reunión de Comisión Política empezaba todos los días a las 8.30 y a las 10.30 había un espacio para la prensa.

"Había un sistema de comunicaciones internas en el partido que funcionaba muy bien a través de todo el territorio. Había cinco revistas, la Radio Corporación con 14 estaciones a través de todo el país, una agencia de publicidad.

"Éramos una Comisión Política muy joven, Altamirano tenía 52 y era como un viejo, en una CP donde Ricardo Lagos Salinas llegó con 19 años, yo tenía 26 y el "Huaso" Lara un viejo de 28 años en el Comité Central.

"Cuando llegamos al gobierno en 1970 éramos un partido débil, luego el '73 éramos mucho más fuertes, las fuerzas populares se habían educado a marcha forzada. Ellos nos dieron el golpe a tiempo, después habríamos sido una fuerza mucho más potente. Teníamos seccionales con mucha educación, orden, con gran actividad social, nuestras decisiones se conforman cada vez más a partir de un consenso mayor. Nos faltó más audacia y menos prudencia.

"Teníamos todo el fichaje de la militancia en un sistema de computación que funcionaba muy bien. Eran 82 mil militantes. Afortunadamente el 11 destruimos toda la información".

En relación al mismo tema Adolfo Lara, a la sazón miembro del CC, agrega:

"La mayoría de la gente del CC era muy joven, había algunos pocos de mayor edad como Mac-Ginty, Belarmino Elgueta y Adonis. Había compañeros como Ricardo Lagos Salinas, de 21 años.

"El PS alcanza el nivel orgánico más alto de su historia, militancia, estructuras orgánicas en todas las comunas del país, participación en el proceso. La influencia en la sociedad era grande. Eramos el partido mayoritario de la Unidad Popular".

Carlos Altamirano tuvo que navegar en el período del mar más embravecido de la lucha de clases en Chile durante el siglo XX. La nave revolucionaria se fue construyendo día a día con una rapidez vertiginosa. Víctor Barberis recuerda:

"Sin duda que bajo la conducción de Carlos Altamirano el partido vivió un período de exponencial elevación en el plano de la conciencia y de su nivel político, sumado a su crecimiento cuantitativo y electoral. Pienso, sin chauvinismo, que reclutaba en el marco de la UP a la mayoría de los obreros industriales, del campesinado, de los profesionales de avanzada y de los intelectuales de vocación revolucionaria. Ello se traducía también en calidad. Recuerdo como se amplificó el nivel de las discusiones temáticas en la base y el asombro que me produjo la emergencia de numerosos líderes locales socialistas, fogosamente creativos en los cordones industriales (que de algún modo anticipaban las formas de poder popular sustitutivas de las estructuras politico-formales de la sociedad burguesa)".

Altamirano escribió uno de los más tempranos y lúcidos análisis sobre la derrota de la revolución chilena: “Dialéctica de una derrota”. Con todo, las tesis allí vertidas parecen haber sido después abandonadas por el autor.

Ha sido una de las personas más odiadas y calumniadas por la derecha y el fascismo. Durante las primeras semanas la dictadura militar ofreció 500 mil escudos a quien diera noticias sobre su paradero. El circunspecto y respetable diario "El Mercurio" voceaba la cacería. Un acto repugnante del cual la derecha no ha hecho jamás ni la más mínima autocrítica. El dueño de ese periódico Agustìn Edwards -instigador estelar del golpe militar como hemos visto- preside la Fundaciòn Paz Ciudadana que recibe millonarios fondos del actual gobierno para luchar contra la delincuencia; el diablo vendiendo cruces.

La cacería del senador Altamirano tenía caracteres claramente homicidas. Se le buscaba para matarlo, estas cosas las ha hecho la derecha en Chile, las futuras generaciones de chilenos deben saberlo.

El mismo 11 de septiembre la Junta Militar a las 14.35 horas emite una bando militar en el que dice textualmente:

"Las personas mas adelante nombradas deberán entregarse voluntariamente hasta las 16.30 horas de hoy 11 de septiembre de 1973 en el Ministerio de Defensa Nacional; la no presentación les significará que se ponen al margen de lo dispuesto por la Junta de Comandantes en Jefe, con las consecuencias posibles de prever".

Carlos Altamirano figuraba de manera destacada en el listado. Qué pasaba con los que caían en manos de los militares?. Eduardo Paredes Barrientos del CC del PS fue cruelmente asesinado. La autopsia consignó más de cincuenta heridas de bala, los huesos fracturados y además quemados posiblemente con el uso de lanzallamas.

Respecto a aquellos tenebrosos días, Altamirano en entrevista al Diario El Sur de Concepción del 17 de noviembre de 2002 recuerda:

"Fueron días horribles. Yo tenía conciencia que de ser detenido no sería asesinado de inmediato, sino descuartizado durante varios días. Eso lo tenía claro, fueron días muy dramáticos. Estuve más de un mes y medio escondido en distintas casas de compañeros del Partido, siempre en Santiago, yo no me asilé. Viví múltiples situaciones en que estuve a punto de ser sorprendido.

"En realidad tuve una suerte enorme, haber sobrevivido a la persecución de 250 mil militares que me buscaban bajo tierra y bajo el mar.

"Salí en un vehículo grande, me escondieron en la parte de atrás del maletero, colocaron unas tablas y unas maletas encima de mi. Así atravesamos el llamado Cristo de Los Andes hacia Argentina, por cierto abrieron la maleta, pero no investigaron mayormente. Esta fué la manera que, un mes y medio después del Golpe, utilicé para salir de Chile.

"La persona que más me ayudó fue un simple compañero que no era un militante activo del Partido. Se llamaba Víctor y su mujer Ximena. Vivían en una pobrísima casa en la calle Portugal. Ahí estuve un larguísimo tiempo. Refugiarme a mi era exponerse a morir. Como ellos hubo varios, muy humildes, en barrios pobres, que me prestaron ayuda. Nunca que llegué a una casa se me cerraron las puertas".

Durante años Altamirano ha sido sindicado como responsable del golpe militar. La acusación carece de todo fundamento, pero la insistencia y masividad en su difusión ha hecho que ella haya quedado flotando en el ambiente de la política chilena.

La dictadura militar pretendió justificarse en sus primeros tiempos a partir del inexistente Plan Z y del discurso pronunciado por Carlos Altamirano el 9 de Septiembre en el Estadio Chile en un acto del PS.

Está suficientemente acreditado que el golpe militar fue instigado, como hemos visto, por los norteamericanos desde varios años antes. Aún antes que Allende asumiera.

Resulta absurdo suponer que una contrarrevolución de la envergadura de la vivida en Chile se desatara simplemente por un discurso de Altamirano. Incluso un golpe militar, como hecho técnico político, es imposible de prepararse en dos días. Por lo demás, los propios complotados han reconocido varios meses de anticipación en el inicio de la conspiración.

En lo esencial el discurso de Altamirano del Estadio Chile, que según he podido investigar fue redactado por la Comisión Política del PS, no hace otra cosa que plantear que la revolución chilena sólo podría salvarse apoyándose en la fuerza de los trabajadores y no por un camino de repliegue y conciliación con una oposición que a esas alturas ya se juega abiertamente por el golpismo.

De paso hay una denuncia de las torturas a los suboficiales y marinos que han revelado la existencia de una conspiración de oficiales en la Armada. Aquí se vivió una situación del ladrón detrás del juez. La oficialidad de la Marina organizaba una insurrección sediciosa en contra del gobierno constitucional y cuando los marinos detectan la maniobra y la denuncian a los dirigentes gubernamentales, entonces, los facciosos arrestan a los marinos y acusan judicialmente a quienes reciben la denuncia (Altamirano, Garretón, Enríquez). Los medios de prensa de la derecha y democratacristianos se hacen eco de la impostura y propalan a los cuatro vientos la supuesta conspiración revolucionaria en la Marina.

Sostener que sin el discurso de Altamirano no hay Golpe nos llevaría al absurdo de sostener que si por alguna situación circunstancial no asiste al acto, no habría golpe militar.

Según múltiples testimonios, al inicio del discurso hay expresiones ruidosas de malestar en la militancia que cree ver una claudicación de su dirección. Sobre las características de la militancia, Víctor Barberis recuerda:

"El PS contaba con siete mil a la fecha del triunfo electoral. Diez meses después el refichaje arrojaba una cifra de 108.000. Fue un crecimiento torrencial en el que influyeron dos factores: el porcentaje de inevitables oportunistas que se suben al carro del triunfo (minoritario, creo) y una gran masa formada en parte por simpatizantes de nuestra periferia electoral que venían definiéndose desde hacía años como allendistas. Por otra parte, elementos populares o ligados directamente a la producción (obreros y campesinos) que buscaban un vínculo orgánico con el partido que aparecía como la vanguardia de un intento de transmutación revolucionaria de la sociedad y de su propio destino vital.

"El aporte de éste último segmento fue mayoritario. Alrededor de un 60% de las direcciones regionales eran conducidas por compañeros de ese afluente en 1972. Su presencia política ejercía presión sobre la dirección máxima. Sus frutos fueron sin duda contradictorios. Eran el ariete que empujaba al partido y al gobierno hacia la fractura de las estructuras capitalistas. Pero sin experiencia de luchas y derrotas previas, sin cultura política-ideológica, muy prisioneros del subjetivismo exigían consumar rápidamente una revolución, lo que estrechaba enormemente el espacio político de negociación de la UP con el centro (DC) que a lo menos hasta comienzos del '72 era viable sin inmolar los objetivos estratégicos".

No pretendo en modo alguno oscurecer las responsabilidades direccionales en el curso general de los acontecimientos, que quedan de manifiesto a lo largo de todo el texto, y hacerlas recaer sobre las bases, pero creo conveniente tener en consideración el marco político en que se adoptan las decisiones políticas y se construye el discurso partidario.

Los hombres importan en un proceso histórico, pero ellos no hacen sino reflejar, expresar y sintetizar lo que son las grandes corrientes en pugna. Ya hemos visto la magnitud e intenciones de la intervención norteamericana en Chile desde a lo menos un decenio antes.

¿Quién era Altamirano?. Un político de izquierda. Hoy diríamos progresista, que recibió el impacto de la Revolución Cubana y de la heroica y victoriosa lucha del pueblo vietnamita contra el imperialismo norteamericano. El era jefe de un partido legal y parlamentario que se radicalizaba día por día, es cierto, pero, el no era un comandante guerrillero.

¿Es Carlos Altamirano un cobarde como algunos insinúan?. Rotundamente no. El llega a su puesto el 11 de septiembre. ¿Dónde están los jefes políticos de la derecha?. Esperando que una mano ajena ejecute el crimen.

Altamirano puso en riesgo su vida el 11 de septiembre, su captura habría significado su ejecución. Cualquier jefe de partido en tales circunstancias se habría exiliado de inmediato, hay muchos ejemplos en América Latina.

Altamirano cumplió con su deber como jefe de un partido legal y parlamentario el 11 de septiembre.

Sobre su actuación en esos decisivos hechos remitámonos a sus propias palabras, expresadas en el libro de Patricia Politzer “Altamirano”. Allí señala:

“Hacía meses que yo tenía la convicción de que se preparaba el Golpe, tenía múltiples informaciones de cómo avanzaba la conspiración militar. La noche del 10 de septiembre mientras comía en la residencia del embajador cubano, Raúl García Incháustegui, empecé a recibir numerosas llamadas telefónicas para informarme de los movimientos de tropas que se estaban produciendo por todos lados, en Los Andes, en Santiago, en Valparaíso.

"Entre las 10 y las 12 de la noche llamé a Tomás Moro 3 ó 4 veces para comentar con Allende la gravedad de lo que estaba pasando, pero él insistía en que se estaban tomando todas las medidas (…).

"Yo estaba convencido de que el Golpe ya estaba en marcha. Insistía, pero desde Tomás Moro siempre me contestaban que habían hablado con el Comandante en Jefe del Ejército -es decir con Pinochet-, con el jefe de tal regimiento o con algún almirante, y que todos tenían una respuesta clara frente a los que nos preocupaba.

"No me convencían esas respuestas, y creo que tampoco convencieron a Allende ni a Letelier, pero qué podían hacer si los altos mandos -Pinochet, Brady, Carvajal- aseguraban que reinaba la más absoluta normalidad.

"Me retiré relativamente temprano a mi casa, hablé un par de veces más con Allende hasta que me quedé dormido. A las cinco y media de la mañana sonó el teléfono y un compañero, que no recuerdo quién era, me anunció que ya no cabía duda, el Golpe iba. Llamé de inmediato a Tomás Moro y Salvador me confirmó los hechos. En ese instante estaba terminando de vestirse para trasladarse a La Moneda.

“Para esa eventualidad -le informé a Allende- la dirección del partido ha previsto reunirse en Mademsa. Pero nada fue como se había previsto. No son pocos los que debieran responder por qué las cosas no marcharon, por qué los operativos no funcionaron, por qué el día del Golpe ninguno de los seis compañeros encargados de mi seguridad llegó a buscarme (…). Tuve que llamar a mi amigo Carlos Lazo, quien me pasó a buscar en su auto poco antes de las siete. No recuerdo por qué, en vez de ir directamente a Mademsa, partimos a las oficinas de la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu), donde nos juntamos con los demás compañeros de la Comisión Política. En pocos minutos fueron llegando distintos dirigentes, como el subsecretario del partido, Adonis Sepúlveda, Ariel Ulloa, Rolando Calderón, Hernán del Canto y Arnoldo Camú.

"La idea era ver cómo organizar la defensa del régimen. Lo primero que se hace es plantearle a Allende la posibilidad de que abandone La Moneda. Todavía era temprano, el edificio no estaba aún totalmente rodeado de tanques y podía intentarse un rescate en 4 ó 5 autos. No era algo descabellado, pero yo sabía claramente que la respuesta sería negativa. El tema se había discutido con Allende en más de una oportunidad y su reacción fue siempre la misma: él no abandonaría La Moneda.

"Decidimos designar a Hernán del Canto, para que fuera a conversar con el Presidente y ver si en La Moneda existía algún plan operativo que pudiese ponerse en acción.

"Desde la Cormu nos comunicamos con dirigentes que estaban en otros sectores, especialmente con Eric Schnake que se encontraba en Radio Corporación, que hasta ese momento seguía transmitiendo y estaba en permanente contacto con La Moneda.

"Entre Schnake y algunos miembros de la Comisión Política decidieron que yo hablara por la radio, llamando al pueblo a defenderse del Golpe fascista. Yo me negué; la información que teníamos no permitía que hiciéramos una llamada de ese tipo (…)

"Después de una discusión se acordó que la llamada la haría Adonis Sepúlveda (…), pero no alcanzó a transmitirse porque en ese momento la radio fue bombardeada.

"Del Canto volvió muy pesimista: 'En La Moneda ni hay ninguna posibilidad de preparar una defensa coordinada', dijo, (…) se ha producido el desplome de las pocas iniciativas de defensa que había y el Presidente está dispuesto a defender con su vida el mandato constitucional. Ya no hay nada que hacer'.

"Al poco rato escuchamos el último discurso de Allende, que como todo lo que ocurría en esos momentos produjo opiniones encontradas (…).

"A mí las palabras de Allende no me sorprendieron, eran coherentes con las discusiones que habíamos tenido en el último tiempo. Yo hubiera querido que el pueblo se defendiera, pero (…)

"A pesar de que la situación se veía cada vez más grave, acordamos dirigirnos a Mademsa, pensando que desde esa industria era posible preparar alguna defensa.

"Partimos en varios autos, yo iba con Adonis Sepúlveda, Hernán del Canto, Camú y, si mal no recuerdo, Rolando Calderón. Camú nos guió hasta un local en el sector de Avenida Matta donde recogimos algunas armas. Era todo muy precario, un par de metralletas y un par de pistolas.

"El control militar era cada vez mayor: un helicóptero nos detectó al salir de ese local y comenzó a descender sobre nosotros. Rápidamente acordamos dividirnos en dos grupos para que uno partiera directamente a Mademsa y el oro, formado por Adonis Sepúlveda, Del Canto y yo, es decir la dirección propiamente tal, se trasladara a la casa de un compañero que vivía en San Miguel para tratar de organizar algo desde allí. Teníamos que ver en qué otras industrias había resistencia y cómo podían coordinarse las actividades.

"El compañero José Pedro Astaburuaga era un viejo militante del partido, no tenía ningún cargo dirigente, pero nos recibió sin ninguna vacilación y sin preguntar mayores detalles.

"Desde allí nos comunicamos con dirigentes del PC y del MIR para tratar de ordenar las operaciones de resistencia que cada grupo estaba desarrollando por su cuenta. Pero los minutos pasaban y los acontecimientos ocurrían en forma tan vertiginosa que no teníamos capacidad para reaccionar. La posibilidad de una defensa eficiente era cada vez más remota.

"Entonces comenzó el bombardeo a La Moneda. (…) Algunas horas más tarde vino la noticia de la muerte de Allende. Nos enteramos por la radio. Hubo reacciones de desconcierto, de rabia, incluso de irritación. Un compañero comentó que Allende había buscado esa situación. Algunos dudaban de que fuera cierto. Yo sabía desde hacía mucho tiempo que Allende había optado conscientemente por ese camino y que lo iba a cumplir. No tuve ninguna duda de que había muerto y sentí una enorme tristeza. Para mí había concluido una vieja y entrañable amistad.

"Apenas habíamos asimilado su muerte cuando nos dimos cuenta de que el vuelo de los helicópteros era cada vez más cercano. La casa del compañero Astaburuaga podía estar siendo vigilada. En San Miguel el tiroteo era intenso, los rumores y el relato de lo que estaba pasando en otras partes aumentaban el temor y el nerviosismo. La tensión se hacía insoportable. No podíamos seguir en aquel lugar que sería allanado en cualquier momento, como de hecho ocurrió algunos minutos después que salimos.

"Faltaba poco para el toque de queda y acordamos que cada uno saldría por su cuenta, y que Hernán del Canto y yo nos comunicaríamos a través del compañero Astaburuaga, ya que ninguno sabía dónde iríamos a parar.

"Era tal la indefensión en que me encontraba que tuve que aceptar la oferta del compañero Astaburuaga y pedir ayuda en esa casa humilde donde pasé la noche del 11 de septiembre. Hernán Cortés habría dicho 'la noche más trágica y triste de mi vida'.

"Eran poco más de las seis de la tarde cuando quedé absolutamente solo en esa casa en la que no conocía a nadie. Entonces empecé a tomar conciencia de lo que estaba pasando. Hasta ese momento era tal el tráfago de acontecimientos, de exigencias, de decisiones, que no había tenido tiempo de pensar. Sólo ahora, en esa tremenda soledad, veía en toda su magnitud esta enorme tragedia que se estaba produciendo (…)".

El informe que Hernán del Canto le entrega a Altamirano sobre la situación en La Moneda, en que como hemos visto se combate con un coraje extraordinario, tiene un contenido que invierte la realidad de los hechos, pues quien se ha desplomado, sin poder controlar sus nervios ha sido precisamente Del Canto, que como dan cuenta múltiples testimonios huyó de La Moneda dando vivos signos de preocupación por su integridad personal.

Se ha presentado a la opinión pública a Carlos Altamirano como una suerte de empecinado enemigo y obstructor de la política del Presidente Allende. Tanto se ha repetido que esto parece haberse hecho un lugar en el imaginario colectivo. Pero las cosas ocurren de un modo exactamente contrario. Hemos recogido los testimonios de los miembros del Comité Central y la Comisión Política de aquellos años y confrontados con los hechos se ven ratificados en el sentido de que Altamirano era un firme allendista en la dirección socialista. A esto nos referiremos con mayor detención en el capítulo que trata de la relación PS- Allende.

Carlos Altamirano se ha autoaplicado una sanción ético política que en realidad no merece. Se apartó de la vida política asumiendo una culpa que no es tal. La oligarquía chilena y el imperio norteamericano dieron el Golpe y desataron el genocidio, eso fue un modelo para el conjunto de América Latina. Las dictaduras se iban a imponer independientemente de la actuación personal de Carlos Altamirano.

Es más, ¿de qué se le puede acusar?. ¿De corrupción, de algún crimen político, de instalar una dictadura?. ¡De nada! Altamirano ha sido una víctima más de la dictadura militar como lo fueron millones de chilenos.

Altamirano y la dirección revolucionaria del PS fueron objeto de muchos ataques por la derecha de aquellos tiempos y sufrieron también los embates del reformismo de aquellos días.

Jaime Gazmuri, dirigente del MAPU en aquel tiempo, recuerda:

"Antes e inmediatamente después de la elección de marzo de 1973 el tema era si se mantenía o no a Prats en el gabinete. Después de las elecciones y pasada la emergencia las Fuerzas Armadas vuelven a sus funciones. Ahí, nosotros con el Presidente estábamos por mantener a Prats en el gabinete. Hubo muchas conversaciones con Prats, yo las seguí muy de cerca, unas veces a través de Fernando Flores y otras veces directamente.

"Aquí hay una dimensión bastante desconocida, Prats plantea que la continuidad requiere de un acuerdo programático que fundamente la permanencia de los militares. Se trabaja esa perspectiva. Se redacta incluso un documento programático. El mayor problema para establecer un acuerdo político sólido con el mando militar democrático eran las divergencias al interior de la Unidad Popular. La idea era producir una definición en el PS y en el MAPU, una definición que pasaba por el cambio de direcciones, en el fondo por la sustitución de Carlos Altamirano y de Oscar Guilermo Garretón.

"Este asunto lo trabajamos mucho con los socialistas que estaban en esta línea, sobre todo con Clodomiro Almeyda y con Rolando Calderón, que representaban un sector importante de la dirección del PS. Los socialistas pensaban en un pleno del Comité Central para cambiar al secretario general, creían que podían construir una mayoría para hacerlo. Nosotros que habíamos perdido el congreso en noviembre de 1972 no teníamos más camino que la ruptura.

"Acordamos con los socialistas que ellos resolvieran y que nosotros nos plegaríamos, porque lo central era el PS. Pero nuestros amigos del PS, no sé si con buen criterio, nos aconsejaron que vayamos nosotros primeros.
Y así se produce la ruptura del MAPU, que provoca un terrible impacto en el PS, con acusaciones de que hay gente en el partido que quiere hacer lo mismo. Hay una reacción masiva de simpatía hacia Garretón en el PS, salvo el núcleo de amigos nuestros que no se haya en condiciones de asumir nuestra defensa... Clodomiro Almeyda, quien además era canciller, tuvo el coraje y la valentía política de enviarnos un mensaje de apoyo para que se leyera en el acto público que hicimos" (El sol y la bruma, Págs. 94, 95 y 96/Jaime Gazmuri/Santiago, Chile, 2000, Ediciones B).


Consultados diversos dirigentes del Comité Central de la época, les parece completamente inverosímil que Rolando Calderón participara en una maniobra contra Altamirano dado el alto nivel de entendimientos políticos que venía alcanzando la dirección socialista que ambos integraban. Personalmente recuerdo haber escuchado en el 2003, en el lanzamiento de un libro de su autoría, a la dirigente comunista Gladys Marín señalar que uno de los obstáculos para la unidad de la izquierda era lo que ella denominó el grupo de los elenos encabezados por Rolando Calderón.

La participación del general Prats en la maniobra parece aún más dudosa. Con todo, lo significativo es que esta operación evidentemente existió.

Una de las tesis a la hora del análisis de la caída del gobierno popular es aquella que sostiene que el secretario general del PS, Carlos Altamirano, habría desarrollado una férrea oposición al gobierno popular en un afán voluntarista por desarrollar más aceleradamente el proceso. Estas diferencias tácticas habrían tenido una connotación personal y habrían impedido que el Presidente Allende tuviera el respaldo necesario para culminar con éxito su mandato.

En cuanto a la relación Altamirano/Salvador Allende, Herman Coloma recuerda:

"El principal representante de Allende en la Comisión Política fue Carlos Altamirano, por lo que, y me acuerdo bien, nunca tuvo una posición estratégica distinta, lo puedo asegurar. En el caso de las conversaciones con la DC se ha planteado que el PS no apoyó a Allende, pero me parece desleal con la verdad histórica.

"Allende ganaba siempre en la Comisión Política por 11 a 4 ó 10 a 5, en el Comité Central ganaba 30 a 15 o cuando menos 28 a 17. Allende nunca perdió una decisión importante en la CP o el CC.

"En una ocasión tuvimos una posición contraria en la CP, fuimos cinco miembros a conversar con Allende, le dimos nuestra argumentación, él llamó a Blanco y le dijo algo al oído, luego de escuchar se paró y nos dijo: 'Vamos, que se va a enfriar la comida' y cambió su decisión.

"Lo que sí ocurrió es que en publicaciones que circulaban por los cordones industriales, allí había posiciones controvertidas. Ahora sí, una publicación, 'La Aurora de Chile', tenía posiciones distintas y criticaba. Eran problemas muy complejos.

"En un pleno en Coya, 'La Aurora de Chile' había juntado fuerza para hacerle una fuerte crítica. Llegamos a las 10 A.M., Allende llegó a las 6 P.M. en helicóptero, se tiró antes que aterrizara del todo, empezó a saludar a la gente, le decían: 'Aquí está su ahijado', demoró una hora y media saludando a la gente, luego de esa manifestación popular el impulso crítico se había diluido, hizo su discurso en todas las discusiones del día siguiente.

"Era la estructura de funcionamiento del partido y la sociedad. Todo se discutía, las bases exigían sus derechos. Allende era abierto a la discusión democrática".

El debate interno es consustancial al pensamiento socialista, eso es una práctica que en este mundo no escandaliza a nadie.

Respecto de la relación Allende/Altamirano, Víctor Barberis tiene una visión que agrega nuevos elementos, así nos cuenta que:

"Las relaciones de Allende con Altamirano comenzaron siendo excelentes y de elevada confianza. Allende apoyó con todas sus fuerzas su elección como secretario general en el Congreso de La Serena. Todo indicaba en esa fase que era lo políticamente adecuado. Para la etapa por venir, que Allende barruntaba extremadamente compleja y dinámica, Aniceto Rodríguez aparecía algo tradicional, dirigiendo un Comité Central añoso con algunos camaradas que incluso venían de tiempos del Frente Popular.

"Las relaciones entre ambos se agriaron a medida que el proceso y las contradicciones que él mismo creaba iban profundizándose. Mientras Allende procuraba que el ritmo del proceso fuera consonante con su doctrina de pasar al socialismo en el marco de las instituciones heredadas por una vía política, Carlos Altamirano fue preconizando su implosión y reemplazo a través de todas las formas de lucha, incluída la armada. En ello expresaba a la mayoría del CC y del partido en su conjunto de la época. Ambas posiciones fueron en general consistentes en el ámbito público, pero con contradicciones íntimas.

"En Allende aparecían arrebatos ajenos a su mentalidad y formación que, en la medida que era combatido inmisericordemente por la oposición, lo llevaban a pensar en salidas de fuerza.

"Por su parte Altamirano en el coloquio interpersonal, lejos de la tribuna, dejaba entrever su hondo escepticismo respecto al éxito de una opción violenta, trayendo a la mesa el factor FF.AA. y elementos que parecen estar en la naturaleza del alma nacional. De todas maneras la relación se alteró de tal modo que recuerdo que en los últimos meses de gobierno, Altamirano no concurría a La Moneda y delegaba su representación en Adonis Sepúlveda, a la sazón subsecretario general del PS.

"Queda flotando su pregunta: ¿fue Altamirano un acérrimo contradictor de Allende? En la percepción social global es visto así. Yo creo lo contrario. Ambos condensaron dos opciones tácticas tras un mismo objetivo sincero: el intento chileno al socialismo. Ninguno de los dos las inventó. Surgieron de la sociedad progresista misma y coagularon en ellos sin que existiera en lo personal una animadversión, rivalidad ni cálculo pequeño. Ambas por cierto muy inéditas: la una apostando a la inercia constitucionalista de las FF.AA. y al cambio en el marco de la democracia formal heredada; la otra proponiendo un remezón violento de las estructuras y la consolidación de una revolución proletaria-campesina en un país de dominante clase media. Creo que uno aceptaba algo de la lógica del otro, pero permanecieron inquebrantablemente leales a sus visiones político-tácticas. Desgraciadamente nunca sabremos cuál de las dos habría hecho viable el tránsito al socialismo en Chile".

La discusión política en aquellos días era muy intensa y extendida en el PS y en la sociedad. En aquellos años, por ejemplo el regional Santiago Centro, cuyo secretario político era Juan Bustos y del que además formban parte Tito Drago y Santiago Escobar sacaba en los quioscos el semanario 'La Aurora de Chile'. Había allí un rico debate político e ideológico, que se hacía de puertas abiertas y en el que la masa ciudadana no era un sujeto pasivo.

Las diferencias políticas entre Altamirano y Allende no se constituían, en tal contexto, en algo dramático.


ALLENDE Y EL PARTIDO SOCIALISTA


La relación entre Salvador Allende y el Partido Socialista fue compleja y multifacética. Ello es lógico si consideramos que Allende fue fundador del PS y militó en el hasta el día de su muerte, hechos entre los que transcurrieron más de 40 años de intensa vida política nacional y que el PS es una organización democrática donde el debate forma parte. Pero podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Allende fue el mejor socialista del siglo XX y que la supuesta relación contradictoria con el PS no es sino un mito más de la historiografía oficial.

Allende es en sí mismo producto y productor de un ethos socialista muy potente.

El 19 de abril de 1973 con ocasión de de celebrarse un nuevo aniversario de la fundación del partido socialista, Allende expresa:

"Hombre nacido en un sector de la burguesía, por convicción intelectual y por la carrera que eligiera, me fundí con el dolor y el sufrimiento del pueblo y he estado junto a él en todas las batallas...

"...Lo mejor que tengo se lo debo al partido, a la Unidad Popular y al pueblo. Al partido que es hogar, escuela y trinchera, donde todos entregamos algo y recibimos mucho. Y a aquellos militantes anónimos que nunca tuvieron la posibilidad de destacarse, porque son las manos anónimas que entrelazadas dan la fuerza y vigor al Partido Socialista. Por eso esta noche mi recuerdo agradecido para ellos, mi recuerdo emocionado es para los que cayeron, llevando en la retina el recurdo de las luchas en que participaron. Ellos no están ausentes, ellos están aquí en la victoria popular y la obligación suprema que todos tenemos, el compromiso con nuestra conciencia, con el pueblo y la historia, el homenaje a los revolucionarios caídos...

"... Por eso como militante socialista y compañero Presidente de Chile, no puedo pedir otra cosa a a ustedes, mis hermanos en la vida y en la acción, que hagan del partido un instrumento duro, firme y acerado, que el partido sea monolítico en cuanto al pensamiento ideológico, pero que haya auténtica y amplia democracia interna, que permita disentir dentro de la vida partidaria, con respeto a la opinión de cualquier compañero, pero que fuera de la vida del partido no haya más que socialistas defendiendo la táctica y la estrategia de la Unidad Popular. Tenemos que hacer nuestro el viejo axioma de aquellos anarquistas que decían 'la agresión a uno, es la agresión a todos'. Así quiero al partido, un partido duro, acerado, flexible, combatiente, con centralismo democrático y auténtica conciencia revolucionaria".

Hay algunas ciertas coordenadas centrales que se mantienen inalterables en la conducta política y vida militante de Salvador Allende: 1.- Su voluntad de transformar la sociedad capitalista en una socialista. 2.- Un profundo respeto a los principios y los valores de la democracia. 3.- La subordinación de la praxis política a los requerimientos de la ética revolucionaria. 4.- Su apego militante a la disciplina partidaria.

Muchas cosas pasan, grandes acontecimientos se desarrollan, pero en ninguno de ellos Allende deja de conducirse fuera de los principios antes señalados. Ninguno de estos principios es contradictorio con la teoría revolucionaria del PS, sin perjuicio de que las vicisitudes de la práctica política pongan cotidianamente de manifiesto las tensiones existentes entre teoría y praxis.

Que el norte de Allende era la construcción del socialismo en Chile y América Latina no deja lugar a duda alguna. El era un político de elecciones, sin embargo viajó por lo menos una vez por año a Cuba a ver la construcción del socialismo allí. Eran visitas que le causaban detrimento electoral en los votantes menos consistentes ideológicamente, pero Allende no lo ocultaba ni dejaba de observar la experiencia cubana con esperanza.

Cuando el Comandante Che Guevara cae en Bolivia, el hermoso discurso que pronuncia en el Senado chileno lo acompaña con la exhibición del texto "La guerra de guerrillas" de Guevara que tiene como dedicatoria "A un compañero que por otros medios busca lo mismo".

En el momento definitivo de su vida cuando ya no hay oportunidad alguna de alterar el curso de los acontecimientos, cuando lo que se está yendo es la vida misma, en el fragor del combate señala:

"Otros hombres superarán este momento amargo donde la traición se pretende imponer... se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor".

En los momentos en que Allende como ser humano sabe que ya no tiene un mañana, reafirma su confianza en el advenimiento de una sociedad socialista.

Para Allende los principios están por delante del cálculo político.

Hay muchos ejemplos, señalemos sólo un par.

En 1971 un grupo de revolucionarios argentinos que estaba preso en el penal de Rawson logró escapar en un avión comercial hacia Chile. Argentina estaba bajo la dictadura militar del general Lanusse, militar un tanto aperturista, con el cual Allende había celebrado una estratégica reunión en Salta y por medio de la cual se logró desactivar la posibilidad que el imperio norteamericano agrediera el proceso chileno mediante el atizamiento de los problemas con el país vecino. Esta posibilidad fue explorada por la CIA, según hemos visto en documentos oficiales norteamericanos.

Llegan a Santiago los guerrilleros argentinos, entre los que se cuentan Roberto Santucho y Humberto Gorriarán Melo del ERP; Fernando Vaca Narvaja y Roberto Cirilo Perdía, de la Conducción Nacional de Montoneros y otros dirigentes del más alto nivel.

El gobierno argentino anuncia que pedirá la extradición de los fugados por piratería aérea, que como se sabe es uno de los más graves en el Derecho Internacional.

El Partido Socialista envió una delegación que confraternizó con los argentinos en el cuartel central de Investigaciones en el que se encontraban detenidos/alojados. Las fotos de la reunión desataron la histeria de la prensa chilena derechista.

Allende recibió a los abogados de los fugados en La Moneda y les hizo escuchar las opiniones de los miembros del gabinete que tuvieran relación con el caso. El canciller Clodomiro Almeyda hace valer las obligaciones legales del gobierno chileno. Sólo el presidente del Consejo de Defensa del Estado, Eduardo Novoa Monreal, planteó argumentos a favor de los transandinos. Todos expusieron de tal manera que Eduardo Duhalde, abogado de los argentinos, creyó que serían devueltos a las prisiones dictatoriales. Eso con suerte pues los guerrilleros que no pudieron escapar, hombres y mujeres, serían masacrados a mansalva en la base naval de Trelew el 22 de agosto.

Sorpresivamente Allende, con evidente gesto de molestia y firme determinación en la voz se paró y dijo:

"Así serán las cosas, pero este es un gobierno socialista, ¡mierda!, y aquí no entregamos a ningún compañero, esta misma noche se van para Cuba ".

Los principios por delante del cálculo político

A fines de los '30 asumió el gobierno del Frente Popular, encabezado por Pedro Aguirre Cerda. En el gabinete figuró Salvador Allende como ministro de Salud, tenía entonces 30 años.

Al poco tiempo el gobierno el gobierno empieza ya a gobernar mirando la cara de los empresarios. Allende renuncia a su cargo y encabeza lo que se denomina el Movimiento de Recuperación Socialista, con esta política de volver a la izquierda y los trabajadores es elegido Allende Secretario General del PS en Rancagua, en 1941.

Los principios por delante del interés personal y el cálculo político. Es la misma actitud que tiene el PS cuando abandona el segundo gobierno de Ibáñez por un conflicto entre trabajadores y el gobierno.

La relación de Allende con la democracia fue profunda y sincera.

La semilla desde la que germina el Partido Socialista es la República Socialista del 4 al 16 de junio de 1932, que fue un gobierno encabezado por civiles y militares que derrocaron al gobierno de Juan Esteban Montero. La experiencia es derrotada, pero de ésta surge la necesidad de crear un partido.

La relación revolucionaria del PS y los militares se extiende por toda la década del '30. El coronel Marmaduke Grove que encabezó la República Socialista es el líder indiscutido del PS.

En octubre de 1969 se produce un amotinamiento militar en el Regimiento Tacna, encabezado por el general Roberto Viaux, en apariencia por reivindicaciones salariales del personal uniformado. Es un acuartelamiento muy especial, pues entra y sale gente del regimiento y las unidades militares enviadas a sofocar la situación observan los hechos sin mayores preocupaciones, mientras que otras retrasan deliberadamente su llegada.

La dirección del PS en el marco de una democracia burguesa que se desprestigia día a día, no condena de inmediato los hechos. Es más, envía a dos miembros de la Comisión Política, Tito Martínez y Eric Schnake, a conversar con Viaux para ver de qué se trata. El parlamento con militares insubordinados indigna a Allende, si no echan pie atrás, él mismo recurrirá a la base socialista. Le dobla la mano a la dirección, la que termina sin mayores fervores condenando el acuartelamiento militar, éste llega a su fin sin hechos de violencia ni víctimas que lamentar.

Son tiempos en que el gobierno DC mantiene una dura represión sobre el PS y el movimiento popular, pero Allende distingue entre la contingencia y el sistema democrático.

Se dice que Allende habría sido maltratado históricamente por el PS, así se menciona que cuando a mediados del '60 se le postuló como senador por Valparaíso, esto habría sido someterlo a la posibilidad de una derrota segura a manos del prestigiado médico comunista Jaime Barrios. Pero esta versión propalada por el historiador Gonzalo Vial olvida que la dirección del PS para postular a Allende tuvo que bajar al senador Carlos Alberto Martínez, quien era una figura histórica del socialismo chileno. Con todo, como se sabe, Allende resultó electo y arrastró al senador comunista con sus votos.

Se ha señalado que la candidatura presidencial habría partido con fuerte oposición socialista a la designación de Allende como abanderado. Sobre este punto Hernán Coloma señala:

"Hay todo un mito relacionado con la elección de Allende como candidato del PS. El ganó a Aniceto Rodrìguez en el PS, él ganó y fue el candidato. Allende iba por cuarta vez, igual que pasa hoy había candidatos, el Secretario General, Aniceto Rodríguez, tenía un grupo de apoyo muy fuerte. El grupo que apoyó a Allende fue el sector diríamos revolucionario. Esta discusión es natural al interior del PS. Aquí se creó el mito que el PC lo apoyó, pero eso no fue así, el PC tenía su candidato que era Pablo Neruda. La candidatura de Allende costó mucho con las fuerzas aliadas, pero el PS impuso su candidatura".

La adhesión, el respeto y cariño de Allende al Partido Socialista no era una entelequia, sino que se expresaba en el día a día, en la forma de relación de Allende con sus compañeros.

Hernán Coloma recuerda:

"Allende participa en una reunión de la Comisión Política, en aquella como en casi todas por aquellos días se debatìó con gran pasión. Al término de la reunión, con su habitual sentido del humor, se acercó a mí frunciendo el ceño, como si estuviera muy enojado y me dìjo: 'Usted es un cabro un poco insolente, ignorante y falto de formación, así es que mañana lo quiero en mi casa a la hora de once, que yo me voy a preocupar de su formación y de enseñarle política como corresponde. Allí estuvimos al día siguiente".

A poco de asumir el gobierno popular llegó hasta las puertas de La Moneda un hombre de alrededor de 70 años, bien erguido y con decisión en sus movimientos pidió hablar con el Presidente. Se le pidió su nombre y él dijo con seguridad: "El compañero Chicharra".

Se llama al gabinete presidencial para cumplir una formalidad. Era evidente por su aspecto que el hombre no era de las clases pudientes de este país. Tampoco parecía alguien políticamente conocido. Llegó el sorpresivo "que pase".

Allende estaba con algunos de sus ministros y colaboradores más cercanos. Cuando el compañero 'Chicharra' entró al salón, observó por algunos segundos su magnificencia, luego miró al Presidente y dijo con satisfacción: "Ganamos".

Se fundió con el Presidente en un abrazo, éste les comentó a los demás: "Es el compañero Chicharra". Alguien le preguntó: "¿Socialista también?". Sí, le díjo Allende con indisimulado orgullo, somos fundadores del partido el año '33. Sí, añadió Chicharra y luego poniendo sus dos manos en un grueso cinturón que envolvía su cintura dejó ver una gruesa hebilla de acero con la forma del símbolo del PS, la América Latina y un círculo. Era parte del uniforme de las Milicias Socialistas en la década del '30. Muchos fascistas chilenos, organizados en milicias también, supieron por aquellos años que esa gruesa hebilla no sólo servía como pasante del cinturón.

Allende con tono de gravedad recordó: "Fuimos milicianos, camisas de acero". "Sí" -agregó el visitante- "y usted era comandante".

Los viejos camaradas conversaron sobre la familia y esas cosas. Cuando se percibió en el ambiente que el encuentro se acercaba su fin, el viejo Chicharra le plantea: "Estoy jubilado, pero la plata es muy poca. Estoy buscando pega, por eso vine".

Allende caviló un instante y luego se preguntó a sí mismo: "¿Dónde metemos a Chicharra?". Este, como ayudándole, le dijo: "Métame aquí, en La Moneda". Allende le responde: "¿Pero en qué te puedo meter? Esta es la casa de gobierno". Allende no parecía encontrar salida cuando sorpresivamente señala: "Ahí está, vas a cuidar los cañones que están en los patios, que nadie se los robe". De paso puso su mano detrás de una oreja y la echó adelante. Chicharra entendió el mensaje.

Estaba en todas partes, junto a los periodistas, todo lo que pudiera ser útil al gobierno lo comunicaba el viejo Chicharra. Hay quienes dicen haberlo visto bajo las bombas el 11 de septiembre.

Manuel Cortés, de destacada participación como hemos visto en la defensa el día 11, acerca de la relación de Allende con sus compañeros señala:

"Yo había entrado al Ejército de Liberación Nacional en los años '60. Luego del triunfo de Allende me llama el comandante Joaquín, quien me informa que el Presidente electo necesitaba apoyo en seguridad. Partimos cuatro compañeros. Cuando nos presentaron al doctor, éste nos pidió le hiciéramos presente nuestras posiciones políticas, le hicimos presente nuestras tesis que eran foquistas y cómo nos entendíamos parte de un esfuerzo que tendría una dimensión continental.

Nada dijo pero cada vez que se subía al auto él mismo ponía el tema y nos íbamos discutiendo políticamente, nosotros éramos muy jóvenes, se discutía con gran pasión, pero con mucho respeto. El nos fue convenciendo y además nosotros le fuimos tomando cariño. Era el compañero Presidente".

En una visión general de la relación Allende/PS, Víctor Barberis nos plantea:

"Salvador Allende y el Partido Socialista sostuvieron hasta el '70 relaciones muy contradictorias. Mientras el primero era su más relevante personero en cuanto a impacto popular, la “nomenclatura” reclutada mayoritariamente en la fracción que venía del Partido Socialista Popular mantenía una desconfianza y lejanía manifiestas, viendo en él a un reformista o socialdemócrata que transaría a poco andar con las fuerzas conservadoras y no alteraría el statu quo si es que alcanzaba la primera magistratura.

"La capacidad de poder de Allende al interior del partido era muy débil. Sólo logró hacer elegir a uno o dos personeros allendistas “a outrance” en el Comité Central elegido en el congreso partidario de 1968. Para efectos del pronunciamiento sobre el candidato presidencial el 69 fue elegido en la primera votación Aniceto Rodríguez por 22 votos contra 2 de Allende. Al renunciar sobre la marcha Rodriguez posibilitó la designación de Allende por 2 votos a favor y... 22 abstenciones. Lo dice todo.

"La desconfianza en Allende era tal que una vez conocido el resultado en las urnas, la preocupación central del partido era reflexionar sobre cómo impedir que el Presidente 'traicionara' el Programa de la Unidad Popular.

"Allende se encargó de desmentir la leyenda negra desde un comienzo poniéndose por delante de los Comités Centrales Socialista y Comunista y amenazando con la insurrección popular si el Congreso desconocía su victoria.

"Esa primera de sus conductas, unida a su increíble porfía por cumplir con el programa de la UP (construcción del socialismo en Chile), generó un emocionante respaldo de los socialistas que las circunstancias de su muerte no han hecho sino profundizar. También es indesmentible que la dirección de la época, de la que formé parte, se inclinó en general a favor de sus decisiones, incluso de algunas muy dolorosas para la epidermis socialista de la época (inclusión de militares en el gabinete por ejemplo).

"Es efectivo también que bajo el período, y pese al avance de un programa radicalmente antioligárquico y antiimperial por Allende encabezado, hubo sectores dentro del partido que criticaban su gestión por considerarla 'reformista'. Estas opiniones surgían de grupos minoritarios, constituidos dominantemente por profesionales o maestros universitarios que veían al escenario chileno como simétrico al de Rusia de 1917 y se sentían llamados a jugar el rol de 'bolcheviques', llegando en su subjetivismo a identificar a Allende con Kerensky".


No se puede decir con rigor histórico que el Partido Socialista haya dejado solo o mucho menos traicionado a su militante y fundador Salvador Allende, por lo menos no hasta el 11 de septiembre de 1973.

Después ha corrido mucha agua bajo el puente, pero ese ya no es un período que trate este libro.


sábado, 18 de abril de 2009

CHILENOS EN LA INDEPENDENCIA DE CUBA



Llevaba pocos meses en La Habana cuando por instrucciones del embajador don Patricio Pozo Ruiz concurrí en representación de la embajada de Chile en Cuba a los actos de homenaje con que se conmemoraban los cien años de la caída en combate del general chileno Pedro Vargas Sotomayor. Era el 6 de Noviembre de 1996, ese caluroso día recibí una de las sorpresas más hermosas de mi vida.

Llegué a las 9.00 de la mañana en punto a la Casa Memorial Salvador Allende la que junto a la Unión de Periodistas y Escritores de Cuba y a la Asamblea del Poder Popular (Municipio) de Bahía Honda organizaban los homenajes.

La Casa Memorial Salvador Allende ocupa una antigua mansión ubicada en calle 13 entre D y E en barrio de El Vedado que en los setenta fue la cancillería de la embajada de Chile. Aún se conserva allí el antiguo escudo de la misión.

Con un calor de Noviembre, que los chilenos sentíamos agobiante, aunque años después entendí que correspondía a un amable otoño cubano, partimos en una caravana de autos y “guaguas”.

En el caminó trabé conversación, cosa tan fácil con los cubanos, con un periodista que era corresponsal de guerra. Me enteré que el chileno homenajeado había llegado a Cuba el año 1895 para la tercera y definitiva guerra de independencia (1895-1898) y que había obtenido el grado de general por méritos alcanzados en combate. Tiempo después pude constatar como el original de dicho nombramiento se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba.

Por mi amable interlocutor supe también que el general Vargas Sotomayor no era el único chileno que había combatido por la independencia de Cuba. Había además un grupo de otros compatriotas de Vargas Sotomayor, la mayoría oficiales profesionales de nuestro ejército, que prestaron servicio como voluntarios, con distintos grados y en diversos frentes, en esta última guerra de independencia.

A lo anterior se debía agregar que don Benjamín Vicuña Mackenna había tenido activa colaboración con los revolucionarios cubanos y portorriqueños en la incubación de la primera insurrección independentista; la “guerra grande” (1868-78).

A medida que la “guaguita”, el bus, hacía el trayecto por esa superficie eternamente plana y verde que es la zona occidental de la isla, sólo salpicada por pequeñas lomitas y sus hermosas palmas, mi sorpresa iba en aumento.

Vargas Sotomayor estaba entre laureles en la historia cubana. Ellos pensaban que en idéntica compañía descansaba su memoria en nuestro país. Aunque había algo que los hacía dudar. El gobierno cubano, luego de la independencia otorgó una pensión a los familiares de los caídos, lo asignado a los deudos de un general no era cosa menor. Sin embargo, nunca nadie reclamó la pensión del general “Sotomayor”, como le llaman cubanos.

Cuando llegamos a Bahía Honda a unos 150 kilómetros de La Habana en la occidental provincia de Pinar del Río el calor ya era abrasador. Descendimos en la carretera y emprendimos la marcha de 12 kilómetros hacia el lugar exacto donde había estado ubicado, a un siglo de distancia, el hospital de campaña en que se había producido la desaparición física del general.

Fueron doce kilómetros por unas lomitas levemente ascendentes pero en medio de un sol que quema a la vez que ahoga y con una humedad que hace las cosas aún peores. No pude dejar de pensar en el infierno que debe haber sido batirse en esas condiciones con un enemigo más numeroso y mejor armado. Hicimos un par de paradas para tomar agua y reemprendimos la marcha.

Pequeños “guajiritos” (niños campesinos) con su uniforme escolar, camisas blancas y pañoleta roja al cuello incluida, parecían tener alas en sus pies a la vez que entonaban alegres canciones. No todos estábamos en tan desaprensiva condición, la verdad sea dicha. Pero a fin de cuentas, de las casi ciento cincuenta personas que formábamos la columna nadie abandonó la marcha.

Sorpresivamente llegamos a un lugar que recibimos con la alegría de un beduino un oasis. Es una extensión de unos cuarenta por treinta metros, aproximadamente, rodeada por unos enormes árboles cuyas copas se juntan en la altura los que sumados a otros arboles al interior del perímetro con forma de cráter crean un pequeño microclima que no tiene nada que ver con el calor del exterior. Parece algo hecho por la mano del hombre, pero al parecer fue simplemente una generosa jugarreta de la naturaleza.

En ese espacio que parece tener un aire acondicionado natural los revolucionarios cubanos habían instalado un hospital de campaña y desde allí había partido hacia la inmortalidad nuestro Pedro Vargas Sotomayor, hacía exactamente un siglo.

La columna se ordenó al interior de aquél refugio natural de izquierda a derecha: los pequeños “pioneritos” (estudiantes de preparatoria), dirigentes sociales y políticos, la Unión de Periodistas y Escritores de Cuba, luego los chilenos, un pelotón de milicianos de las Brigadas de Producción y Defensa y por último una escuadra de cadetes de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos.

Los cubanos entonaron su himno, luego los chilenos hicimos lo propio con el nuestro. El Presidente de la Asamblea del Poder Popular (Alcalde) de Bahía Honda pronunció un emotivo discurso en honor del homenajeado. A nombre de nuestra Embajada. Agradecí las conceptuosas palabras en honor de mi compatriota y de nuestro país pronunciadas por quienes me habían precedido en el uso de la palabra.

Luego intervinieron otras autoridades, chilenos residentes y un pequeño pionero.

Cerró el acto de homenaje una descarga de fusiles AKA 47 efectuada por el pelotón de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y el destacamento de milicianos.

El camino de vuelta nos llevó a la ciudad de Bahía Honda donde compartimos un almuerzo brindado por las autoridades locales. Allí me confidenciaron que los historiadores locales buscaban encontrar el cuerpo de Vargas Sotomayor. Conseguido el objetivo las autoridades harían un esfuerzo por erigir un monumento en la ciudad al interior del cual alojar sus venerables restos.

Los diarios, las radios y la televisión dieron extenso espacio a la actividad a la vez que dedicaron las más cálidas expresiones para nuestros compatriotas que habían compartido la suerte del pueblo cubano, ofreciendo incluso sus vidas, en los gloriosos y terribles días de las guerras de independencia.

La conmemoración, del cual formaba parte el acto de homenaje en Bahía Honda, se prolongó por un par de días más en La Habana, ahora con un carácter académico, pude allí escuchar las disertaciones muy bien documentadas del periodista y corresponsal de guerra Carlos Castro Sánchez y del historiador René González Barrios. Ambos aportaron novedosos antecedentes y profundas reflexiones. El alma de toda estas actividades fue María Rojas una chilena llegada a esas tierras como consecuencia del exilio al que la dictadura militar envió a tantos chilenos, su incansable actividad hizo revivir a nuestros ilustres compatriotas.

El sistema de correos cubano honró en aquél año a nuestro compatriota con un sello en el que aparece su rostro. Así, vía postal, el homenaje se extendió por toda Cuba.

Con los antecedentes que logré reunir publique un artículo de en el diario chileno “La Nación”, que quizás sea la primera mención que se encuentre del general Vargas Sotomayor en nuestra memoria escrita reciente. Aunque una ruda tijera editorial transformó el artículo en algo irreconocible con el original, por lo menos el nombre y la causa de la gloria de nuestro héroe pudieron conocer las letras de molde de la prensa chilena.

Al año siguiente desde la Embajada de Chile con el invaluable tesón que puso en ello el cónsul Manuel Pavéz Carmona (q.e.p.d.) también realizamos diversas actividades en homenaje al general Pedro Vargas Sotomayor.

En los preparativos de los mismos recibimos una carta en extremo interesante. Un ciudadano cubano, en el otoño de sus días, según el mismo lo decía, nos felicitaba por los homenajes. Además nos señalaba que su abuelo había combatido junto a Pedro Vargas Sotomayor, del que siempre había hecho los más hermosos recuerdos, es más, a la muerte del chileno había quedado en su poder su mandarrita, que el había recibido y la cual que ofrecía mandar a nuestra Embajada, pues dado el tiempo transcurrido y la circunstancias vividas, entendía debía ser esta la legítima poseedora de la misma.

Luego infructuosas consultas a múltiples personas y diccionarios, la incógnita se mantenía. Que sería una mandarrita? Derrotados, le escribimos a nuestro buen amigo, la respuesta llegó con prontitud, la mandarrita era una pequeña herramienta/martillo con el cual se reparaban las armas.

Que debíamos hacer?, recibir la pieza histórica para que quedará en un cajón y alguna secretaria desaprensiva lo remitiera al cubo de desperdicios, y de recibirla; a que museo histórico chileno mandarla?. Pasaron unos funcionarios de nuestra Cancillería a los cuales relaté la situación, uno de ellos de la Dirección de Cultura arrugó la nariz con gesto de incomodidad y cambió el tema de conversación, ellos iban de paseo/misión, en ese orden, a París y Roma y no estaban para ser importunados.

La mandarrita permanece en algún lugar de Pinar del Río donde es valorada como merece, que el valor de los honores no lo determina la opulencia de las edificaciones donde estos se brindan, sino la honestidad y sentimiento de quien los prodiga.

Todo esto fue construyendo en mí el propósito de reunir y relatar en un texto la gesta de estos chilenos internacionalistas.

La investigación en torno a Pedro Vargas Sotomayor me permitió también encontrar a los otros chilenos que participaron en la revolución independentista cubana. La mayoría eran oficiales de nuestro ejército, que participaron en la última guerra (1895-98). Son hombres de un sentido americanista sólidamente consolidado, de una generosidad a toda prueba y que en el campo de batalla cubrieron de laureles el nombre de nuestra patria.

Arturo Lara Dinamarca, fue llamado por sus tropas “El león chileno”, comandaba un regimiento en el teatro de operaciones de la provincia de Matanzas al momento de caer en combate. Por su parte Manuel Marcoleta era comandante de otro regimiento, el "Habana".

La mayoría de estos oficiales del ejército chileno habían combatido por el Presidente Constitucional José Manuel Balmaceda en la mal llamada revolución de 1891 (*).

(*) El presidente constitucional José Manuel Balmaceda se propuso nacionalizar las riquezas naturales salitreras de nuestro país en ese entonces en manos inglesas (1890). Los poderosos intereses afectados desataron la sublevación de la armada que desde Iquique, con ayuda extranjera, incluidos oficiales mercenarios alemanes, organizó un ejército paralelo que derrotó al ejército constitucional.


Pude además reconstruir la entusiasta contribución de Benjamín Vicuña Mackenna a la preparación política y material de la primera insurrección independentista cubana del 10 de Octubre de 1868.

Todo lo anterior me llevó al título que presenta este trabajo “Chilenos en la independencia de Cuba”.

Es un texto histórico escrito con la máxima rigurosidad histórica que el autor se pudo imponer. Nada de lo que se relata carece de fuentes de respaldo.

Se trata de un texto de historia política antes que nada, que dice relación con el desenvolvimiento de una guerra revolucionaria-independentista. Orientó nuestra investigación el poner a la luz de la actualidad el espíritu latinoamericanista de aquellos años, donde el gran omnipresente es Simón Bolívar y su sueño de unidad continental.

No es un libro de estricta historia militar. No pretendemos novedad en el relato de los hechos militares ocurridos en la isla respecto de lo cual la historiografía cubana ha hecho ya, y muy bien, su trabajo.

Un estudio de esta naturaleza podría sacar a la luz no sólo la actuación de los chilenos sino también los conceptos táctico-estratégicos desplegados exitosamente por los revolucionarios y construidos a partir de la percepción de una correlación de fuerzas materiales estratégicamente adversa. Quien quiera algunas ideas de cómo desde lo pequeño se puede derrotar a lo grande tiene en esta guerra una escuela de notable actualidad y utilidad.

La inteligente articulación de lo político y lo militar efectuada por los cubanos en esta confrontación ofrece también lecciones de gran valor.

Con relación a la presencia de chilenos en la última guerra de independencia se acaba de publicar (2007) el texto del teniente coronel cubano René González Barrios “Chile en la independencia de Cuba” es una excelente contribución al estudio del tema. En esa publicación se recogen de manera íntegra las memorias de guerra del combatiente chileno Carlos Dublè que el mismo tituló “En la manigua”, relato directo de su participación en la guerra necesaria (1895-98), un aporte también formidable para el estudio de la historia de América Latina.

Ese libro y el que ustedes tienen en sus manos son complementarios. Nuestro relato se hace desde Chile por ello se recurre a fuentes tales como nuestros diarios de la época, los archivos de nuestra cancillería y las memorias directas de los chilenos participantes como por ejemplo el valiosísimo libro de Vicuña Mackenna sobre su misión diplomática especial en Nueva York, son fuentes que por tener una perspectiva distinta están ausentes en la reconstrucción de González Barrios. El presente libro mira la participación chilena desde Chile.

Un designio extraño y amable parece haber dispuesto que Cuba y Chile los países geográficamente mas distantes de América Latina hayan construido una relación de amistad muy intensa y singular.

La historia de las relaciones entre Chile y Cuba es rica y variada en expresiones.

Gabriela Mistral construyo una especial y rica relación política y literaria con sus pares de la isla. Se conoce su adhesión y solidaridad con el grupo “minorista” en el que participaba el formidable poeta y revolucionario cubano Rubén Martínez Villena, esta también su relación de luz y sombra con la poetisa Dulce María Loynaz, sus notables conferencias en La Habana sobre José Martí, que es de lo muy poco que escribió en prosa. Sobre esto se ha escrito poco y mal.

Una de las obras más importantes del siglo XX sobre nuestra cultura y sistema político “La fronda aristocrática” (1928) de Alberto Edwars, estuvo motivada, según nos relata el propio autor en el prologo, “en unos artículos muy interesantes de don Rafael Maluenda, en que este conocido periodista comentaba la obra de Lamar Schweyer “Biología de la democracia” (1927)”. El cubano Schweyer fue inicialmente parte del grupo minorista y de la protesta de los 13 que le dio origen, aunque después se acercó al dictador Gerardo Machado. Con todo, su obra, muy polémica, abrió un debate político científico muy enjundioso, como queda de manifiesto.

Cuando el 19 de Abril de 1961 tropas provenientes de la derrocada dictadura de Fulgencio Batista, que fueron entrenadas, pertrechadas y dirigidas por la Central de Inteligencia America (CIA), desembarcan en Playa Girón destaca en aquellos combates Jacques Lagás piloto de la naciente fuerza aérea revolucionaria. Hay consenso entre los historiadores militares que la superioridad aérea, tan difícilmente alcanzada, por los defensores de al isla fue fundamental en el desenlace del combate. Lagás era chileno y militaba en el Partido Socialista de Chile. Falleció en su patria natal en 1971, en un accidente aéreo, dejando una notable relación autobiográfica de aquellos días de fuego, “Memorias de una capitán rebelde”.

El 11 de Septiembre de 1973 una feroz dictadura militar se implanto en Chile, muchos debieron partir al exilio. Cuba acogió a miles de esos infortunados compatriotas.

Como se aprecia, este trabajo sólo ocupa un pequeño espacio de una historia de amistad y solidaridad mucho más amplia.

Estas letras que por años se fueron escribiendo, ora en el calor festivo y alegre de la Habana, ora en el frío solitario de Santiago cubren antes que nada una deuda de nuestra historiografía con estos héroes olvidados, cuya gesta heroica es una ofrenda y un mandato a la hermandad de los latinoamericanos de hoy y de los que vendrán. Lo digo con satisfacción, durante los diez años en que fui reconstruyendo el accionar de mis compatriotas cada vez que hacia un nuevo descubrimiento sentía renovado orgullo de ser chileno y latinoamericano.

Durante estos más de diez años el texto inconcluso fue mi equipaje más preciado, aún me recuerdo corrigiendo a lápiz esquemas de trabajo en Plaza San Martín de Buenos Aires. Como quien se abre paso a machetazos en la selva se fue estructurando el relato, un machetazo en un hotel de cinco estrellas en Panamá, uno más en una noche del Pudahuel oscuro y triste de Santiago, varios en el calor alegre y festivo de La Habana.

Entre los avatares de una vida que tiene de todo menos rasgos rutinarios el disquete que contenía el entonces único registro de lo escrito estuvo en una ocasión un par de semanas perdido, pero milagrosamente apareció, el mozo del hotel bonaerense me alcanzó cuando ya ya subía al taxi, que tremenda alegría en el reencuentro, mis compatriotas volvían a la lucha aunque fuera al amparo de tan modesta y descuidada pluma. Sotomayor, vamos de nuevo para la isla le dije a la cassete recuperada, una señora en el febril Ezeiza me miró extrañada.

Porque?, para que se escribe?. Quizás para no morir, tal vez para montar nuestro dominio sobre lo contado y transformarnos en un dios caprichoso del relato, un pequeño dios como lo confesó Vicente Huidobro. O un brote incontenible del espíritu, no lo sé. Este libro se escribió porque el autor sintió como un deber patriótico latinoamericanista el impedir que la gesta heroica de estos chilenos continuara en el olvido.

Cuando pude poner el punto final al texto sentí el alivio de quien salda una deuda gigantesca. Haber sabido de esta gesta gloriosa y no reconstruirla y contarla habría sido para mí tomar distancia de un deber, que no me podía permitir.

No puedo dejar de consignar que este libro fue patrocinado-premiado por el ministerio de Cultura de Chile el año 2007 a través de su Consejo Nacional del Arte y la Cultura.

Creo que aborda un gran y desconocido tema, en todo caso, y con pesar, tengo clara conciencia del estado de la cultura en Chile. En mi patria aún podría contarse con alguna actualidad la anécdota aquella del gran historiador chileno del siglo XIX don Diego Barros Arana le manifiesta a ese venezolano excepcional que fue don Andrés Bello sus aprensiones en torno a su primera publicación histórica y este le responde “publique sin temor, si al final en Chile nadie lee nada”.

Vendrá otro Chile, alguna vez.

viernes, 27 de febrero de 2009

LA OTRA GUERRA DEL PACIFICO: CUANDO CHILE Y PERU FUERON ALIADOS




En 1843 fue entronizada como monarca de España Isabel II cuyo reinado se prolongaría hasta 1868. Al momento de su coronación el imperio estaba en franca decadencia. Su flota de guerra había quedado reducida a sólo tres buques de alguna significación bélica.

Bajo la influencia de Francisco Armero, de apellido tan sugerente a estos efectos, y Mariano Roca de Togores, Marqués de Molina, la reina inició un acelerado y costoso proceso de rearme de su poder naval cuyas perspectivas se articulaban claramente con la aspiración de reconstruir su ya tan erosionado entramado colonial.

La posibilidad de reconstruir el imperio contó con un fuerte consenso de las clases dirigentes. Una estrategia de afanes colonialistas se reinstalaba como política de estado.

A fines de los 50 se iniciaron hostilidades bélicas con Marruecos que implicaron la movilización de más de 30 mil tropas y de la flota, significativamente robustecida. La debilidad del adversario aseguraba la victoria y tonificaba la voluntad tan a mal traer luego del gigantesco desastre que habían sido las luchas de independencia en América del Sur. Un armisticio que amplió significativamente la esfera de influencia hispana en la zona puso fin a la guerra el 25 de Marzo de 1860.

Luego los españoles se involucraron en un conflicto en Indochina, aportaron también inicialmente a la invasión imperial de Francia a México y por último procedieron a anexarse nuevamente Santo Domingo.

Tan nostálgicos del pasado como audaces jugadores del presente creyeron llegada la hora de tantear la posibilidad de dar vuelta atrás la rueda de la historia.

La reina Isabel II autorizó a fines de 1862 el envío a América Latina de una expedición “científica” que vendría acompañada de tres naves de guerra de gran potencia de fuego y velocidad para la época. Aparte del supuesto interés “científico” el gobierno español recopiló sigilosamente una serie de reclamos de ciudadanos españoles que vivían en los estados independientes que se habían instalado en las antiguas colonias.

No se necesitaba estar preso de la filosofía de la sospecha para percatarse que estas visitas “científicas”, armadas de cañones hasta lo dientes, venían a tantear el terreno cual amante desahuciado vuelve bajo pretexto de amistad.

La expedición, como un presente griego, rebosada en su proclamado carácter científico, arribó al puerto chileno de Valparaíso en Abril de 1863. El mando de la misma era todo un símbolo de sus pretensiones pues fungía como Almirante don Luís Hernández Pinzón descendiente en línea directa de los hermanos Vicente y Martín Pinzón que comandaron sendas carabelas en la flota de Cristóbal Colón.

Luego de un tiempo en Chile, donde fueron acogidos con hospitalidad, los “científicos” y sus naves de guerra emprendieron viaje hacia el Perú. Con este país los españoles tenían una situación muy singular pues luego de la victoria independentista de Ayacucho de 9 de Diciembre de 1824 y de la posterior suscripción de las correspondientes capitulaciones los peruanos les reconocieron ciertas deudas a los españoles, pero ellos no aceptaron formalmente la independencia de estos, como si ocurrió con los otros estados latinoamericanos nacientes.

La escuadra recaló en el Callao recibiendo un trato deferente y amistoso. Cuando emprendían rumbo a California un hecho fortuito les cayó del cielo.

El 2 de Agosto de 1863 un incidente entre criollos y españoles-vacos en la hacienda peruana de Talambo terminó con la muerte de un hispano. El almirante español volvió con su flota y exigió disculpas y reparaciones al gobierno peruano presidido por don Juan Antonio Pezet.

Luego el asunto subió más de tono con la resucitada exigencia hispana de que se le pagaran los bonos de cuarenta años atrás. El requerimiento español creaba una situación paradójica pues se exigían pagos a un estado cuya existencia no se reconocía.

Madrid por su parte envió a tratar los asuntos litigios con Lima a don Eusebio Salazar y Mazaredo con el título de “Comisario Especial y Extraordinario de la Reina”. La denominación del enviado era la que utilizaban los funcionarios españoles en tiempos coloniales, lo cual no hizo sino desatar el patriotismo peruano.

Bajo ese título afrentoso Lima le negó trato oficial y España respondió haciendo que la flota surta en el Callao se hiciera a la mar ocupando luego las islas Chincha, depósito natural de guano, principal exportación peruana en al época, donde se izó bandera española el 14 de Abril de 1864.

El presidente peruano Pezet trató de hacer un doble juego y de una parte trataba con los españoles y de otra mandaba al coronel Francisco Bolognesi Cervantes a Europa a comprar armamentos y particularmente buques de guerra. De esta gestión surgió la compra de los buques, Huáscar ( el mismo que está en Talcahuano), Independencia, Unión y América.

En 1864 se celebró en Lima un Congreso americanista en el que participaron delegaciones de diversos países, pero que no lograron producir un efecto apaciguador en el actuar español.

La escuadra española se vio reforzada con los buques de guerra Reina Blanca, Berenguela y Villa Madrid.

La escuadra española tenía ahora como jefe a José Manuel Pareja, hijo del general Antonio Pareja, que había encontrado la muerte en sus intentos por aplastar la insurrección independentista chilena iniciada en 1810, hecho que despertaba en este marino los peores rencores en contra de todo lo que fuera chileno.

El 25 de Enero de 1865 la escuadra española bloqueó el Callao e intimó ultimátum de 24 horas. Desde España zarpa la poderosa fragata blindada Numancia de 7.500 toneladas y 96 metros de eslora con 620 tripulantes para unirse a la escuadra de Pareja. Era un buque de potencia y envergadura descomunal en el mundo de aquél entonces. Era el equivalente en nuestros tiempos al portaviones americano “Ronald Reagan”.

Con esta pistola en el pecho, el presidente Pezet delegó funciones en el general Manuel Ignacio Vivanco quien culminó el proceso de negociación con el tratado llamado Vivanco-Pareja suscrito en la cubierta del buque español Villa de Madrid el 27 de Febrero. La indignación cundió por América Latina y con la máxima intensidad en Chile, el recuerdo de los héroes de la independencia estaba aún fresco, de los que habían combatido en aquella gesta había aún muchos en este mundo y en ellos si bien sus cuerpos habían abandonado la condición atlética de la juventud sus corazones aún latían sin disminuir su intensidad independentista.

En el Perú las cosas se pusieron al rojo vivo. El presidente Pezet concurrió al parlamento a explicar el tratado y fue allí donde el presidente del Senado Ramón Castilla, preso de la más viva excitación, las emprendió a puñetazos en contra del primer mandatario llegando a fracturarle la mandíbula, lo cual costó inmediato exilio al atacante.

El 28 de Febrero se sublevó contra los acuerdos la guarnición de Arequipa al mando del coronel Mariano Ignacio Prado.

La corbeta española Vencedora atracó en el puerto chileno de Valparaíso donde se le negó aprovisionamiento bajo pretexto de supuesta neutralidad chilena en el conflicto peruano-español, el argumento era insostenible si se consideraba que días antes dos naves peruanas habían partido de allí cargadas con armamentos e incluso voluntarios chilenos que fueron despedidos con grandes muestras de adhesión popular, todo ello a vista y paciencia, e incluso con participación, de las autoridades gubernamentales porteñas.

En Santiago, una vibrante y multitudinaria concurrencia reunida a los pies del monumento del general José de San Martín en La Alameda de Las Delicias recibió el encendido discurso del diputado don Benjamín Vicuña Mackenna que puso el americanismo como deber inmediato de todo patriota chileno. Vicuña Mackenna era descendiente directo del brigadier Juan Mackenna jefe de Estado mayor del general Ohiggins y es ascendiente en la misma línea del conocido actor chileno Benjamín Vicuña.

El 17 de Septiembre el Almirante Pareja atracó en Valparaíso a fin de negociar la situación, pero con un descriterio absoluto exigió que como cosa previa se saludara el pabellón español con 21 cañonazos. El no chileno fue tan rotundo y expresivo que quizás pudo escucharse en España pues el general O´Donnell, a la sazón jefe del gobierno de Madrid, dio inmediato respaldo a lo obrado por el almirante. Se instaló entonces el bloqueo naval a Valparaíso.

El 24 de Septiembre ante un enardecido parlamento Vicuña Mackenna lee los documentos oficiales por los cuales se ha notificado ese mismo día al gobierno español el estado de guerra determinación que es aprobada en el acto por el parlamento mediante sonora ovación. La primera magistratura de Chile la ocupa don José Joaquín Pérez.

El 31 de Septiembre el canciller Covarrubias cita a su despacho a Vicuña Mackenna y le designa agente diplomático especial y confidencial en EEUU con el fin de recabar apoyos políticos y materiales para la causa americana y colaborar con los independentistas portorriqueños y cubanos que a fuego lento trabajan en su propia marmita revolucionaria. El diplomático revolucionario parte rumbo al norte al día siguiente en el vapor Chile, en su misión inscribirá su nombre y el de su patria en la historia de las luchas independentistas cubanas.

El presidente Pezet se ve forzado a la renuncia siendo reemplazado por el vicepresidente Pedro Diez Canseco. Este también evade la confrontación con España y cae derrocado el 26 de Noviembre por el coronel Prado quien se posesiona de Lima luego de cruentos combates.

Prado que ya ha tenido reuniones con los chilenos que habían dispuesto al efecto a don Domingo Santa María expresa su agradecimiento y solidaridad con estos a la vez que declara la guerra a España. Se reciben las adhesiones de los gobiernos bolivianos y ecuatorianos. España bien parece estarle pisando la cola a un león dormido.

En los primeros combates navales ya la suerte se torna favorable a la flota aliada chileno-peruana. El almirante Pareja se suicida ante las sucesivas derrotas que viene recibiendo en diversos combates navales y la clara percepción de que el futuro para su escuadra esta cargado de los más negros presagios. Todo preludia el desastre o la retirada ignominiosa. Los chilenos le habían capturado incluso la corbeta Virgen de Covadonga. Asume la escuadra española el brigadier Casto Méndez Núñez.

Peruanos y chilenos forman una sola escuadra naval, un grupo de tareas de este al mando del peruano Manuel Villar se enfrenta exitosamente con la escuadra rival en el sur de Chile frente a la isla de Abtao, combate que pasa a la historia con ese nombre. Es una gran victoria chileno-peruana. Señalemos que combate allí como oficial quien sería luego el gran almirante peruano Miguel Grau, en la misma condición lo hace el chileno Arturo Prat. Aquí se explica porque en la fratricida Guerra del Pacífico (1879) muchos oficiales navales, peruanos y chilenos, se conocen o son incluso amigos.

Desde un punto de vista estrictamente militar el combate de Abtao no es una gran victoria americana, pero desde el punto de vista político el éxito es rotundo y produce un cambio estratégico en los objetivos de los contrincantes. España no tiene la fácil y absoluta supremacía marítima que se suponía y si las cosas fueran a tierra firme la correlación de fuerzas se haría aún más desventajosa para los herederos de Cristóbal Colón. A más, la flota aliada espera la pronta llegada de los blindados Huáscar e Independencia recién salidos de astilleros europeos. Así, las cosas sólo podían empeorar para los españoles.

Pérdida la perspectiva de una victoria estratégica, y como tantas veces en la historia, los españoles buscan ahora salvar el honor por medio de la violencia en si misma de resultados puramente destructivos. Esta línea nunca ha salvado el honor de ningún ejército pero si ha dejado a muchos en el cubo de la historia. La orden de Madrid es expresa, se destruye la flota aliada o una ciudad. La mirada de la frustración vengativa se posa sobre el puerto de Valparaíso.
La presencia del Numancia, buque del máximo poderío impide a la flota aliada dar batalla en mar abierto y Valparaíso queda abandonado a su suerte junto a sus 80 mil habitantes.

En un desesperado intento por presentar combate las autoridades chilenos aceptaron la proposición del ingeniero alemán Karl Flash para construir un pequeño submarino que fue el tercero en construirse en el mundo. El pequeño sumergible zozobró con sus doce tripulantes en la rada de Valparaíso cuando pretendía hacerse a la mar.

El 31 de Marzo de 1866 los buques Villa de Madrid, Blanca Resolución y Vencedora con el potencial de fuego de casi 150 cañones dejaron caer sobre la ciudad 2.600 proyectiles en casi tres horas de impune bombardeo. Los incendios y los gritos de dolor de los miles de heridos y moribundos, todos población civil no combatiente, crearon un escenario ante el cual el mismo Dante se habría estremecido. La ciudad quedó en ruinas. A pesar de que el gobierno chileno puso trenes gratuitos para abandonar la ciudad una vez recibido el ultimátum, muchos no percibieron la gravedad de la situación o bien no quisieron abandonar sus propiedades.

El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile don Ivan Cobarruvias dirigida al embajador de Chile en EEUU don Francisco Astaburuaga despachada el 1 de Abril para ser presentada al gobierno norteamericano señala,

“Valparaíso ha sido ayer victima del más triste i vergonzoso de los atentados que recordará jamás la historia de las naciones cultas. Durante tres horas aquella gran ciudad comercial i marítima ha sido bombardeada por la escuadra española que se haya bajo las órdenes del brigadier D. Casto Mendez Nuñez. Los rebosantes depósitos de mercaderías, sus opulentos almacenes de almacenes de comercio sus pacíficos hogares, sus monumentos públicos, sus establecimientos de beneficencia han sido batidos encarnizadamente por la artillería de un enemigo cuya cobarde saña parece hallar estímulo en la inmunidad con que se cebaba en su inerme presa…

El viernes 23 de Marzo comenzó a circular en Valparaíso el rumor de que la escuadra española se preparaba a bombardear aquél puerto. Este rumor tenía por fundamento una conversación del señor general Rilpatrick Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos), con el brigadier Méndez Núñez, en lo que este ultimó declaró al primero su determinación del bombardeo. Tal declaración aunque infernal y (palabra ilegible en el original), era auténtica según nos aseguró el mismo general Rilpatrick. No obstante nos restamos a creer que el jefe enemigo pusiese en ejercicio un designio tan infamante para su país como estéril para los fines que le era lícito perseguir en la presente guerra, si había de hacerlo según las leyes de las naciones cristianas civilizadas…


En un mensaje cargado de cinismo Casto Méndez informó a Madrid de su obra:

“Profundamente afectado bajo la dolorosa impresión que V.E. puede comprender debe producir en el ánimo del jefe de una escuadra él tener que dirigir los fuegos de los buques de su mando sobre una población que no se defiende”… “he cumplido con este triste deber en obedecimiento de las instrucciones del Gobierno de S.M. como extremo imprescindible a que hemos tenido que apelar”.


El sentimentalismo del almirante español fue rápidamente desmentido por el vandalismo de su flota que destruyo 30 naves mercantes chilenas en su trayecto rumbo al Callao luego de su acción en Valparaíso.

Hay quienes han reconstruido este periodo histórico de manera benévola para España señalando que todas estas tropelías fueron cometidas por almirantes obcecados que se excedían de las órdenes de Madrid. Pero de la simple lectura de este informe se percibe claramente que la flota actúa “en obedecimiento de las instrucciones del Gobierno de SM.”.

El bombardeo de Valparaíso, principal puerto chileno, tendrá un profundo impacto en la vida nacional.

Primero; los daños materiales son cuantiosos y afectaron severamente nuestro desarrollo económico. Segundo, el americanismo, luego de los terribles costos pagados, se hizo minoritario y pasó a ser reemplazado por una mentalidad isleña que se vio luego fortalecida con los resultados de la fratricida guerra del Pacífico (1879). Tercero, marcó a fuego la conciencia nacional en el sentido de que siempre se debe mantener una fuerza naval poderosa.

No sólo en América del sur se combatía contra el colonialismo. En México los aztecas con Benito Juárez a la cabeza llevan adelante una exitosa campaña militar en contra de Maximiliano impuesto por Napoleón III como emperador de ese país. Esta inaceptable entronización terminará con el propio Maximiliano ante el pelotón de fusilamiento el año siguiente.

El 2 de Mayo la flota española atacó el Callao. Pero aquí las cosas se presentaron de un modo distinto al alevoso ataque al puerto chileno. A la existencia de cañones y fortificaciones se sumó una guarnición militar que apoyada por una población civil que encendida de patriotismo reforzó las defensas y resistió el ataque causando graves daños a los atacantes, de los cuales no menos de cincuenta pasaron a mejor vida y prácticamente todas las naves recibieron averías. A tal punto fue efectiva la respuesta de los defensores que luego de cinco horas de combate debieron replegarse a la isla de San Lorenzo a fin de reparar naves y curar heridos.

Los peruanos contaron entre sus bajas al propio Ministro de Defensa don José Gálvez que encabezaba la resistencia desde uno de los fuertes donde también cayó el capitán de artillería chileno don Juan Salcedo. Había chilenos, ecuatorianos y bolivianos compartiendo la suerte de sus hermanos peruanos prácticamente en todas las fortificaciones.

España ya no tenía perspectiva estratégica de ganar la guerra y se mostraba incapaz incluso de realizar acciones táctico-punitivas. Era el epílogo.

La escuadra española se dividió partiendo unos hacia Filipinas y otros al Atlántico sur, como camino de vuelta a la península.

Los aliados con naves de refuerzos llegaron a hacer planes para atacar a los hispanos incluso en sus propias bases. Pero, en España se abrió un nuevo proceso político que culminarla con el derrocamiento de la reina Isabel II lo que dio de hecho por concluido el conflicto.

España, Bolivia, Chile Perú y Ecuador firmaron un tratado en 1871 en Washington que puso término legal al conflicto. España reconoció la independencia de Perú en 1880. El colonialismo llegaba definitivamente a su fin en esta parte de nuestra América.

Esta guerra ha sido olvidada en la memoria colectiva de nuestros pueblos sirvan estas líneas para sacarla de tan inmerecida condición.

ROBERTO AVILA T.

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