Baltazar Garzón es el primer juez relevante de la globalización. Desde sede jurisdicional madrileña ordenó la detención de Pinochet en Londres por delitos cometidos en Chile casi treinta años antes. Seamos sinceros, todos quedamos perplejos, pero tenía razón y su razonamiento jurídico era perfecto. Si usaramos las categorías del realismo jurídico escandinavo diríamos que sacó los tratados internacionales de Derechos Humanos desde los textos y lo transformó en derecho legislado vigente.
Ahora el mismo fue llevado a juicio por decretar la grabación de conversaciónes entre personas acusadas de corrupción y sus abogados en un penal. El juez alegó que los abogados eran parte del “entramado”. Si era verdad o no; no lo sé, pero si me consta que es un argumento muy usado por los jueces cuando quieren violentar los derechos de la defensa de un imputado. La justicia española entendió esto último y lo sancionó con 11 años de inhabilidad lo cual dado su edad es una virtual expulsión, del poder judicial.
La sanción en si misma se nos muestra dificil de objetar. Todo el estado democrático moderno y los derechos constitucionales por el consagrados tienen sentido y existencia si la comparecencia en juicio de un interviniente es rigurosamente respetada por el estado. A más democracia mayor respeto a los abogados y su función.
Pero se dice que hay mar de fondo. Garzón intentó infructuosamente investigar los crímenes del franquismo que son muchos y que tienen poco que envidiar en perversidad a ningún otro genocidio. Le estarían pasando la cuenta por traspasar el umbral del acuerdo entre los comunistas de Carrillo, los “socialistas” de Felipe González, la derecha de Fraga y el ejercito santificado por ese gran maestro de ceremonias que fue Adolfo Suarez, a quien conocí cuando vino a Chile a enseñarnos su receta. La democracia española se construyó sobre miles de crímenes impunes.
Puede ser, una venganza oblicua. Lo extenso de la sanción así lo sugiere.
Hay quienes politizan la situación y ven en Garzón una víctima, un héroe inmaculado de los DDHH. En la izquierda chilena esto tiene eco.
Pero hay un Garzón poco conocido para los chilenos y fue el que cometió una enorme cantidad de abusos y arbitrariedades sobre los independentistas vascos. Su carácter sistemático, grave y desde el enorme poder del estado instaló esas conductas en las mas claras violaciones a los Derechos Humanos. Muchas sentencias de Garzón, todas ellas draconianas sobre los vascos, eran luego dejadas sin efecto por otras instancias judiciales españolas. Este era el juez del sistema español.
En todo caso la sucedido debería hacer reflexionar a aquellos jueces que hacen cualquier cosa por congraciarse con el poder político olvidando que este es habitualmente mal agradecido.
ROBERTO AVILA TOLEDO/Abogado