Si queremos un
país auténticamente democrático para tiempos que no sean las calendas griegas, debemos desplegar una política revolucionaria.
Escribo
estas líneas cuando esta desarrollándose la votación de la segunda vuelta
presidencial. Esto da la apariencia de un país democrático, pero tan pronto
indagamos en los aspectos esenciales del proceso electoral nos damos cuenta que
no es sino un acto con resultado preconcebido que no puede sino tener como
resultado el triunfo de la cara A o la cara B del sistema de dominación neoliberal
impuesto por Pinochet y administrado por la concertación.
A este
proceso electoral han concurrido las dos fuerzas del sistema con armas que son insuperables,
a saber:
1.- Recursos
millonarios proporcionados por los grandes empresarios y las transnacionales
que se llevan de gratis nuestros recursos minerales..
2.- El
control absoluto de los grandes medios de prensa, que son grandes, no por su
calidad profesional o ética, fijémonos en ese profesional de la mentira que es
El Mercurio, sino porque disfrutan monopólicamente de todo el avisaje estatal.
3.- Un sistema binominal que esta hecho a la
medida de la concertación y la derecha.
4.- El
manifiesto apoyo a las dos candidatas del Imperio norteamericano, con todo lo
que ello significa.
Esto no es democrático
en modo alguno.
Que nada
cambia para el chileno de a piè a partir de estos procesos truchos lo percibe
ya la inmensa mayoría de los chilenos que ya entienden que da lo mismo quien
gane y que por ende da lo mismo votar.
Es tarea
nuestra que esta sabia constatación no desemboque al rìo de la resignación y
sea el elemento de partida de un proceso democrático-revolucionario.
Chile necesita
una revolución democrática, los abusos se multiplican, la exclusión se hace
superlativa y la clase política se reproduce a si misma con ofertas que no son
otra cosa que distintos equipos de gestión.
No podemos
esperar de los concertacionistas que en su camarilla dirigente ha lucrado con esta constitución sean ellos los que cambien el modelo.
Una política
democrático-revolucionaria en el periodo debe:
1.- A partir de un comité de iniciativa de 500
dirigentes o más convocar a Asambleas Constituyentes, en barrios sindicatos y
centros de estudios, para confluir en una gran Asamblea Nacional Constituyente que
de a luz una Constitución Democrática.
2.- Exigir
que este proyecto, que debe contener una nueva bandera e himno nacional, sea
plebiscitado junto a la otra que propondrá el sistema de dominación neoliberal.
3.- De no
aceptarse que nuestra constitución sea plebiscitada por todos los chilenos
debemos proceder a jurarla y dejar de acatar la constitución de Pinochet o
cualquier otra.
Este es el único
camino para un Chile Democrático.
ROBERTO
AVILA TOLEDO
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