miércoles, 19 de diciembre de 2012

LO IMPORTANTE ES SER OTRO




La performatividad del ser en una sociedad fragmentada está descondicionada y descontinuada por la posibilidad de un caos dinámico sin hilo conductor centralmente detectable. La multiplicidad contradictoria de informaciones, que en definitiva sólo pueden ser procesadas como imágenes, se nos impone como el más duro y consistente discurso orweliano en 1984. Como no es posible procesar el bombardeo mediático, entonces, se intuye.
La radicalidad de la posmodernidad está abierta por una realidad que fluye sin que los actores, que son actores y no contenidos, siempre puedan percibir y/o instalar un eje de desarrollo; es la x fuera del círculo.
¿Qué se puede hacer, entonces, desde la política para que ésta tenga continuidad y no sea consumida por los intereses de lo pequeño?
Forzar identidades a partir de la metafísica, del mundo de lo absoluto que estaría detrás y por encima de lo existente, poco soluciona; los dioses nacen en la historia y  nunca uno de ellos ha salido de la academia de lo heurístico. Las claves de lo existente se encienden y apagan a los ritmos discontinuos de lo cambiante y contradictorio. Es la estrella danzante en nuestros corazones.
La política no es algo baladí o simple juego de imágenes en constante fluir que se diluyen con prontitud. 1.300 millones de seres humanos viven con menos de un dólar diario; 843 mil de ellos son chilenos.
¿Se puede construir algo o más bien descontruir desde un yo fragmentado y cambiante que huye zigzagueante de la presión de miles de significados? Las posibilidades pueden ser ésas o más bien negarse en lo pequeño. No lo sabemos.
Estamos situados en el problema de la verdad del cual saldremos, si así ocurre, con desgarramientos y dificultades nunca vistos. ¿Qué haremos con ella en el ínterin, continuará en el altar inmaculado al que han concurrido a rendir tributo  desde Platón a Hegel, o la miraremos correr enloquecida sin rumbo fijo como la deseó el delirio nietzscheano?
Si hay alguna certeza en este mundo, ésa es el sufrimiento. Quien pueda entender que el sufrimiento lo es todo; entiende.  La felicidad y el placer yacen en el lecho adúltero de los cobardes, pero el sufrimiento se derrama entre los muertos de Bagdad y los millones infectados de sida.
En medio del sufrimiento sólo cabe una posibilidad revolucionaria; lo importante es ser otro. Como negación de sí mismo y/o como empatía solidaria sobreviviente de la revolución francesa; no lo sé.

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