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domingo, 14 de octubre de 2012

SOLDADOS CHILENOS EN LA INDEPENDENCIA CUBANA

SOLDADOS CHILENOS EN LA INDEPENDENCIA CUBANA

Cuba consiguió su independencia de España luego de tres guerras contra el imperio español. En la incubación de la primera de ellas (1868-78) colaboró activamente Benjamín Vicuña Mackenna. En la tercera y definitiva guerra (1895-98) la colaboración chilena se expresó directamente en los campos de batalla.



Aunque hay relatos que hablan de la participación chilena en la Guerra de Los Diez años (1868-78), y el contexto histórico la sugiere, pues no parece que un hombre de acción como Vicuña Mackenna se haya quedado en al simples palabras y no haya intentado un apoyo militar directo, no hay testimonios probatorios suficientes que permitan dar a esta por acreditada históricamente.

Hay referencias en periódicos norteamericanos que los chilenos Guillermo Pradel y Juan Tagle habrían partido en 1868 rumbo a Cuba como voluntarios, pero los historiadores cubanos ni el suscrito han encontrado otros antecedentes respecto a su presencia en la isla.

Se debe considerar también que el año 1868 las fuerzas cubanas terminaron en la dispersión y la derrota. La situación cambia en relación a la tercera guerra de independencia (1895-1898). Este hecho permite la existencia de documentación oficial y la publicación de memorias de guerra que hacen luz sobre nombres y participación de combatientes.

La desproporción de medios materiales y humanos durante las guerras de independencia cubana, fue enorme y en todo momento favoreció a la monarquía española.



La correlación de fuerzas adversas a la revolución no sólo provenía de las posibilidades materiales objetivas de cada una de las fuerzas en conflicto sino también de la situación internacional.

EEUU. era un país que mucho podía influir en el conflicto: por su magnitud, su cercanía con el escenario bélico y por el hecho de que era el principal lugar de exilio de la mayoría de los revolucionarios cubanos. Y esa influencia se ejerció en contra de la revolución cubana y en favor de España. Cuando esta política cambia, lo hacen en el interés propio de EEUU. y no de la revolución cubana.



En otras esferas la situación no era mejor y así los gobiernos latinoamericanos mantuvieron prudente distancia del conflicto a pesar de que los pueblos mismos brindaban fervoroso apoyo a la causa cubana. El Papa de la época al inicio de las campañas bendijo al ejército español deseándole los más grandes éxitos en contra de los insurrectos. Esta orientación fue seguida por los clérigos católicos en la isla, la mayoría nacidos en la península. Esto no debe valorarse con categorías de la hora presente. Los españoles combatían por una trilogía establecida durante siglos; por Dios, El Rey y la Patria. Entre los combatientes españoles se encontraba el padre de Fidel Castro.

De esta imposibilidad estratégica de equiparar los medios de combate con España estaban muy conscientes los dirigentes cubanos.

En tal encrucijada diseñaron una estrategia que apuntaba a una resolución rápida del conflicto que evitara la movilización de las enormes reservas humanas y materiales de la monarquía. Esta apreciación estratégica dio lugar a una táctica específica que resume muy bien el general Piedra Martel, cuando escribe:



“No estábamos en situación de librar batallas campales, y mucho menos de resultados decisivos, contra un ejército que ya era el décuplo del nuestro, y que aún nos sería mas numéricamente más superior más tarde; debíamos apelar a una campaña de acciones parciales, de constantes movimientos, de ataques repentinos y súbitas desapariciones. Arrojarnos impetuosamente sobre el adversario y derrotarlo aquí, y esquivarlo allá, pero acosándolo constantemente; cansarlo y diezmarlo, tanto por el plomo y el acero, como por la fatiga y la extenuación. Y esto en cada provincia, en cada distrito, en cada comarca. Era necesario que en el territorio de la Isla no transcurriese un día sin que se escuchara el fragor del combate”.

Esta táctica, que a la larga se mostró extraordinariamente correcta, crea sin embargo un enorme problema al momento de la reconstrucción histórica de los hechos.



Se trata de centenares de combates, de distinta envergadura, que se dan a veces en un mismo día y donde se repiten los lugares. Los participantes directos, en sus relatos, no han podido dejar de ser víctima de las veleidades de la memoria. Son tantos los combates que respecto de ellos se guardan sólo los hechos más significativos. Es más, hay muchos combates que pasan directamente al olvido.



A pesar de ello podemos establecer como verdad histórica que en la Guerra de los Diez Años (1868-78) o Guerra Grande, con distintos grados y en distintos frentes, combatieron doce chilenos, ellos son:

1.- Arturo Lara Dinamamarca.

Había sido teniente del ejército chileno. Era hijo de otro oficial del ejército chileno que había combatido bajo el mando del general Manuel Bulnes durante las campañas contra la Confederación Perú- boliviana.

Costeó personalmente los elevados gastos de su traslado desde Chile a Nueva York, allí se incorporo a la expedición “Hawkins” que sozobró frente a las costas de Estados Unidos. El 25 de Marzo desembarcó en Cuba como expedicionario al mando del General Calixto García. El 26 de mayo del mismo año el Ejercito Libertador Cubano le reconoce el grado de teniente en sus nuevas filas. Debido a su coraje en los combates, sus compañeros de armas cubanos le llaman “El León chileno”.



Combatió en el frente de la provincia Matanzas, el que junto a los de Pinar del Rió y La Habana son los teatros de operaciones más sangrientos y decisivos de la guerra.



Son escenarios geográficos pequeños, no mayores a lo que podría ser nuestra Región y Metropolitana, en los cuales decenas de columnas españolas que comprendían decenas de miles de soldados sostuvieron miles de grandes y pequeños combates, diarios, con las columnas rebeldes. Es un escenario geográfico donde no hay selvas como la Sierra Maestra, que está en el otro extremo de la isla.

Se produjeron allí muchos de combates. En este el escenario más cruel y difícil de la guerra, nuestro compatriota fue llamado por sus tropas “el león chileno”. El nombre no era un galardón menor donde los actos de heroísmo tuvieron el carácter de lo cotidiano.

Respecto a su muerte el General Carlos Rollof (voluntario polaco participante activo en los hechos) en su índice Alfabético de Defunciones del Ejército Libertador señala su muerte en la provincia de Matanzas a fines de 1897. El historiador cubano contemporáneo René González Barrios cree que la caída se habría producido en Jicarita el 15 de Julio de 1897, siendo enterrado su cadáver en la ciénaga de Zapata. Carlos Dublé, otro combatiente chileno, en sus recuerdos hace referencia a las circunstancias de su caída, pero no hace claridad sobre la fecha.

Al momento de su inmolación había alcanzado el grado de teniente coronel por méritos personales en el campo de batalla. Comandaba un regimiento.



Hay que dejar constancia que alcanzar grados en el ejército cubano no era cosa fácil. Pues por una parte los cubanos tenían ya una plantilla de oficiales consolidada que venía de la Guerra Grande y por otra parte la nueva generación cubana dio una impresionante cantidad de jóvenes capaces y valientes. Señalemos como ejemplo que el coronel cubano Néstor Aranguren, una verdadera leyenda, en este frente de combate, tiene 22 años al caer abatido.



Los ascensos en el ejército mambí se dan por razones estrictamente vinculadas al comportamiento en combate. No se trata una carrera militar de academia en la que se asciende mecánicamente.

Ricardo Elizari López.

Era oriundo de Santiago de Chile y de profesión abogado. Llegó a Cuba en Noviembre de 1894, es decir meses antes de la insurrección. Viene de Caracas con antecedentes y documentos de sacerdote católico, apostólico y romano. Táctica de infiltración o católico sincero, o ambas cosas a la vez. No lo sabemos.



El arzobispado de Santiago de Cuba lo nombra cura párroco de la Villa del Cobre y Capellán de la Virgen de la Caridad, destaca rápidamente como un esclarecido y fogoso orador. No contamos, de momento, con mayor información, sobre cual sería la mayor preocupación de sus piezas oratorias: la salvación de las almas “guajiras” o atizar las brazas de la revolución independentista?. O quizás ambas cosas a la vez?.

Desde su parroquia prestó valiosa labor informativa a las tropas del Ejército Libertador. Ante el peligro inminente de ser arrestado, y probablemente pasado por las armas en forma inmediata. Ingresó a las tropas insurrectas el 7 de Abril de 1897. Combatió en el Primer Cuerpo de la Segunda División, Regimiento Baconao ejerciendo como auditor de Guerra, dada su condición de abogado. Ascendido a Capitán el 12 de Diciembre de 1897 y a Comandante el 21 de Diciembre del mismo año.

De acuerdo a antecedentes emanados de la correspondencia diplomática entre nuestra Cancillería que he podido consultar personalmente y el Consulado en La Habana, de aquellos años, fue uno de los que volvió ileso a Chile.

Carlos Bounocore.

Había sido Teniente del Ejército de Chile que combatió por el presidente constitucional don José Manuel Balmaceda, Arribó como expedicionario el 9 de septiembre de 1897 desembarcando en Boca Ciega, La Habana.



Alcanzó el grado de capitán por méritos militares. Cayó prisionero, en una acción de guerra y fue encarcelado en la fortaleza del Morro junto a la Bahía de La Habana. Por gestiones del consulado chileno en La Habana obtiene la libertad luego de penoso tiempo en prisión y es expulsado rumbo a Chile.



Manuel Marcoleta

Era Capitán del ejército chileno oriundo de Valparaíso, oficial salido de nuestra Escuela Militar. Participó en la Guerra Civil de 1891 del lado del Presidente de la República don José Manuel Balmaceda. Ante el curso adverso de los hechos de armas para el gobierno constitucional huyó desde Iquique al Perú.



Vivió allí algún tiempo y luego con simpatizantes de la causa cubana en ese país consigue fondos y apoyos políticos que le permiten dirigirse a Estados Unidos como voluntario.

Arriba a Cuba el 24 de Mayo de 1897 a las órdenes del Comandante Ricardo Delgado. Desembarca en la hermosa Playa de Bacuranao, a muy pocos kilómetros de La Habana. Perteneció al Regimiento Habana, muere de disentería a fines del año 97. Según su compañero de armas Carlos Dublé habría muerto de paludismo. Su desaparición física se produjo a los 27 años de edad.



Federico Gabler

Era teniente del Ejercito chileno había salido también de la Escuela Militar, Veterano de la campaña militar de 1891, también del lado balmacedista. Había servido en el regimiento número 2 de Angol. Conocido en Chile como el “Rucio Gabler”, tenía ojos azules y cabello rubio.

En compañía de Manuel Marcoleta abandona el servicio en Iquique, ocupado por los insurrectos parlamentaristas, alzados en contra del gobierno constitucional de don José Manuel Balmaceda.

Llega Cuba como expedicionario del “Dauntless”, desembarcando en la playa de Bacuranao, La Habana. Fue capitán Instructor del regimiento Habana. Murió de fiebre palúdica en la Sierra de Ponce, en Octubre de 1897. Tenía 28 años de edad.



Jose Lino Varas

Perteneció en Chile al regimiento Atacama. Pago de su propio patrimonio los costosos gastos de su traslado a Nueva York donde se enroló con los patriotas cubanos. Tarea que no les resultó fácil pues los oficiales cubanos no eran del parecer de mandar combatientes no aclimatados a los rigores del clima cubano.



Expedicionario del “Dauntles” desembarcó en la playa de Bacuranao, La Habana al mando del Comandante Ricardo Delgado, llegó junto a sus compatriotas Marcoleta y Gabler. Sirvió en la caballería bajo el mando de Nestor Aranguren. Según los dichos de su coterráneo Bounocore murió en campaña.



Juan Adolfo Brunet

De profesión mecánico, ingresó al ejército Libertador el 22 de Abril del año 1897, alcanzó el grado de teniente. Combatió en el Regimiento de Infantería Jacinto, de la primera Brigada, de la Primera división del Tercer Cuerpo de Ejército. Se le dio licencia por la muerte de su padre y graves problemas familiares, salió sin problemas de la isla.

José Luis Ahumada

Alcanzó el grado de Alférez, llegó a Cuba junto al combatiente Bounocore, con el general Rafael de Cárdenas , desembarcó en Boca Ciega, la Habana el 9 de Septiembre de 1897. Cayó prisionero de una columna española y fue encerrado en la fortaleza del Morro junto a la Bahía de La Habana. El consulado chileno consiguió su libertad y partió rumbo a la patria lejana. España no quería un conflicto diplomático con Chile que podía escalar, en nuestros páis los emisarios revolucionarios cubanos habían sido recibidos con grandes demostraciones de afecto en actos en que había participado incluso personal militar uniformado

José Betancourt Sánchez

Era campesino y se encontraba radicado en Cuba. Ingresó en el Ejército Libertador en 2 de Septiembre de 1895 combatiendo en el regimiento de Infantería Las Tunas Número 19 de la Segunda Brigada, de la Tercera División, del Segundo Cuerpo de Ejército. Llegó vivo al final de la contienda.



Francisco Paneque Sánchez.



Había servido en el Ejército español y al estallido de la contienda trabajaba como herrero. Se incorporó como voluntario en el Ejercito Libertador.

En las fuerzas mambisas sirvió inicialmente bajo las ordenes del General colombiano Avelino Rozas.

Luego estuvo en Cienfuegos en el escuadrón de caballería del general Higinio Esquerra. Pasó luego a Las Tunas como ayudante del General José M. Capote y vio el final de la guerra en el Segundo batallón del regimiento de Infantería las Tunas, número 19.

CARLOS DUBLE ALQUIZAR

Era hijo del coronel Diego Dublé Almeyda, nació en Santiago de Chile. Residía en Antofagasta donde trabajaba como funcionario del Banco Argentina, cuando, dejando su vida apacible se enrola como voluntario para la causa cubana. Al partir tiene 19 años.

Desembarca el 9 de septiembre de 1896 en Boca Ciega, La Habana, es ascendido a teniente y luego a Capitán el 24 de Agosto de 1898. Opero en las zonas occidentales de Cuba, Matanzas y La Habana. Concluyó la guerra en el Cuartel General de la Primera División del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador.



Carlos Dublé regresó a Chile y con la colaboración del periodista Emilio Rodríguez Mendoza publico sus relatos de la guerra de Cuba bajo el título “En La Manigua”. Esta obra fue impresa en en Valparaíso en las prensas de Imprenta Universo el año 1900 y de la cual se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Chile



Del texto hemos podido extraer un ameno relato de su experiencia como combatiente internacionalista.

El libro parte con una hermosa dedicatoria:

“Al mayor General Pedro Betancourt, su antiguo ayudante de campo, Carlos Dublé. Mayo de 1900”.

Inspirado en los aires finiseculares que le toca vivir Carlos Dublé consigna una interesante reflexión:

“En Transvaal y Filipinas, defendiéndose victoriosamente de dos colosos, y Cuba conquistando su libertad, prueban que el siglo no ha querido desaparecer sin sancionar que también pueden hacerse respetar los débiles”



Según el mismo cuenta, acicateado por sus principios libertarios y por cierta indiferencia de una joven beldad de Antofagasta, se embarca en un vapor hasta Panamá, con el fin de llegar a Nueva York y enrolarse en las fuerzas cubanas independentistas. En ésta nave viajaban otros dos chilenos con idénticos fines.



Llegados a éste primer destino, el resto del trayecto, que dura siete días, se hace en tren hasta Nueva York donde los recibe doña Caridad Agüero, hermana de Arístides Agüero, quien había sido delegado del Partido Revolucionario Cubano para Chile. Dublé no tiene problemas para desenvolverse en Nueva York pues habla perfecto inglés.

En una primera instancia Tomás Estrada Palma delegado del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York agradece el ofrecimiento a los tres voluntarios chilenos, pero rechaza si concurso como voluntarios pues cree que serán presa fácil de las enfermedades o del plomo español, ofrece, eso sí, financiar los gastos del retorno a Chile.

Sólo las posteriores gestiones de doña Caridad les permiten ser aceptados. Dublé, agradecido, le llama la mayor caridad entre las caridades.

Luego de un viaje en tren y en medio de la más absoluta clandestinidad, obligada por la represión de las autoridades norteamericanas, parten con otros cuarenta expedicionarios desde Tampa a Cuba. Hacen varios transbordos marítimos hasta desembarcar en la zona de La Habana.

En el viaje, al igual que el a quien escribe estas líneas, el Mar Caribe le sorprende por sus hermosos colores y por la claridad de sus aguas que permite en mucha ocasiones ver hasta el fondo marino mismo en los cuales juguetean los peces de los más hermosos colores.

Una vez desembarcados Dublé anota respecto al paisaje que le toca conocer por primera vez: “ Una naturaleza lujuriosa”.

Se reparten los pertrechos: un rifle, un revolver, 200 tiros, un machete y un sombrero “mambí” con la insignia cubana. Es una abundancia logística que no tiene par en el resto del Ejercito libertador.

Hacen contacto con el regimiento “Maceo” comandado por el coronel Nestor Aranguren. Casi de inmediato se produce una escaramuza con una columna española que cuesta la vida a tres revolucionarios.



Cuando llegan al primer campamento mambí su imagen es desoladora. Carlos Dublé escribe:

“Llegamos a la primera guardia compuesto por un pelotón de hombres descalzos y casi desnudos. ¡Diablos¡ ¡Cómo pueden ser estos, nos dijimos, los que peleen con un ejército como el español¡ Parecía mentira o milagro”



Sin que llegue otro día les toca enfrentarse a tres columnas españolas. Es el inicio de tres días de combate.Los chilenos ven por primera vez una carga al machete. Dublé anota como el machete llega a transformarse en un arma tan temible que hay rifles españoles partidos en dos por un machetazo.



Describe como una pareja de combatientes, apartados del resto, en el fragor de la lucha, transforman la disputa en un verdadero duelo. Un negro independentista, machete en mano y un oficial español premunido del sable tradicional. Con un afortunado y bien concebido movimiento el cubano le asesta un machetazo en el cráneo. La “jícara”, perfectamente cercenada, rueda por el suelo. Otro cubano que observaba el duelo a la distancia comenta con cierto aire de satisfacción.

- Es verdad, el negro quería la jícara

No es la única jícara que rodará ese día. Al cabo de la lucha los chilenos observan una situación muy singular. Hay 32 prisioneros. Algunos de ellos heridos, peninsulares de nacimiento, los cuales son devueltos a las fuerzas españolas. Sin embargo hay seis prisioneros cubanos. Sometidos a juicio sumarísimo se les condena a muerte por traición. La pena se ejecuta de inmediato con un certero machetazo.



Llega hasta su campamento el chileno Manuel Marcoleta. Luego de la alegría inicial por el encuentro, éste les cuenta que otro compatriota, Federico Gabler, agoniza en un campamento cercano.

Concurren hasta su lecho de moribundo, pero no es posible ya hablar con él, pues ha perdido la conciencia y sólo espera su momento definitivo, que llega algunas horas después. Sus compatriotas le dan cristiana sepultura.



Gabler, había sido capitán del Ejército chileno y servido en el Regimiento número 2 de Angol, una fría ciudad del sur chileno, donde había dejado muy gratos recuerdos. Federico Gabler, era un joven de tez blanca, pelo rubio, ojos azules y había sufrido la destrucción de sus piezas dentales al verse obligado, al igual que sus compañeros, a alimentarse de la dura caña de azúcar, a falta de otras provisiones.



Marcoleta les comenta que tampoco ve mucho futuro para su persona. Debilitado por las fatigosas marchas, los combates diarios, el mal dormir y el peor comer, su salud física se encuentra severamente quebrantada, por si esto fuera poco, tiene heridas que empiezan a agusanarse, el infernal calor tropical hace su trabajo. A falta de medicinas Marcoleta trata de evitar el aumento de la putrefacción de sus heridas echando tierra en ellas.

Como se las arregla este ejército vestido de harapos, sin ninguna línea de aprovisionamientos que mereciera llamarse tal, que se apertrecha de las armas quitadas al enemigo y que se ve obligado a comer caña de azúcar par no morir de inanición, para mantenerse en pié ?. De donde surge la fuerza que mantiene a miles de estos hombres en disposición de lucha? Cual es la fuerza que contra toda lógica lleva a este ejército sin apoyo internacional alguno a tener de cabezas a un ejército imperial europeo ?. Carlos Dublé con un hablar típico chileno nos dejó una buena explicación:

“Y ahí, en no fijarse en eso, en no tener en cuenta que sofocar la revolución era como tomar chicha en canasto, estuvo la errona de los españoles, a los cuales debemos reconocerles que sus esfuerzos y sacrificios en esa tremenda guerra colonial, no han sido igualados hasta ahora por nación alguna. A los mismos gringos como son, ahí los tienen todos cortados y maltrechos unos cuantos campesinos, que han reducido la guerra a su más simple expresión; al ciudadano que defiende su suelo y su hogar, sus chiquillos, su quiltro, su siembra, la tumba de sus padres, esa reunión grandiosa de afectos que sintetiza la palabra patria”.





Incorporado ya a en plenitud a la lucha Carlos Dublé se convierte en jinete. Se le envía a Matanzas con mensajes de la provincia Habana. En dicha Zona opera el general español Molina al mando de 40 mil hombres que rastrillan la provincia, aledaña a La Habana, en busca de los insurrectos que alcanzan un número de cinco mil aproximadamente. A pesar de la desproporción de fuerzas no se logra ahogar la llamarada insurrecta. Dublé señala, en relación a Molina:



“Pero que va a hacer él, si de cada yagua y de cada cañaveral, salía machete en mano un insurrecto”.

Dublé se incorpora al regimiento “Betances” mientras dura su estadía en Matanzas, Se le asciende a sargento. Dublé comenta, con nuestro humor chileno tan característico :

“Algo es algo, y es por algo por lo que siempre se principia. La cuestión es ser siquiera alférez, para tener asistente y no andar uno mismo de Herodes a Pilatos, buscando forraje, yerbas y cañas”.



Luego, herido en un intento por arrebatar caballos a los españoles, que deriva en una combate en toda la línea, se transforma en alférez y oficial de Estado Mayor. Los combates no cesan, se trata de hechos muy violentos y muchas veces en razón de más de uno por jornada. Carlos Dublé nos deja un relato de uno de estos:



“Hay cierto vértigo, cierta inconsciencia de esos momentos. Sin embargo, recuerdo perfectamente que en uno de esos rápidos incidentes de aquella lucha cuerpo a cuerpo, le pesqué a un español su rifle, el filo de cuya bayoneta acababa de sentir en una pierna. Lo sostuve con la izquierda y con la derecha le dí en un hombro, pero con tal fuerza y en tal forma, que vi en el acto que su cuerpo, casi dividido en dos, caía ante mi caballo, que seguía encabritado y echando chispas”

En un combate con una poderosa fuerza española cae herido el general cubano Pedro Betancourt. Una acción heroica del chileno Dublé, que pone en extremo riesgo la vida propia, le salva de una muerte segura. Tan meritoria acción le lleva a los grados de teniente. Con ese humor irónico, tan característico del chileno, Dublé comenta, de nuevo con humor:

“Ya con dos estrellas, me van a ver los españoles como de cabecilla”.



Recrudece el rigor de la reconcentración de Weyler. Es esta una inhumana táctica consistente, en sacar a los campesinos de sus tierras y concentrarlos en ciertos poblados, para así tratar de quitar apoyo popular a los insurrectos. Miles de guajiros, huérfanos de toda asistencia médica y alimenticia, murieron de hambre y enfermedades en los lugares de reconcentración. Los que se negaban al cautiverio eran ejecutados de inmediato sin importar edad o sexo. Dublé nos deja un vivo relato de una familia entera asesinada por no acatar la reconcentración y como su tropa se hace cargo de una pequeña niña, única sobreviviente.



Esta táctica cruel fue usada durante el siglo XX en Vietnam, Guatemala y el Salvador bajo orientación militar norteamericana, pero la verdad histórica sea dicha; el dudoso honor de su invención corresponde al general español Valeriano Weyler.



Los enfermos y heridos atestan los improvisados hospitales de sangre del ejército mambí. Cuando las tropas españolas logran detectarlos, dan muerte a todos quienes encuentran allí sin hacer mayor distingo entre sanos y heridos.



En Abril de 1898 los diarios españoles de La Habana dan cuenta de la muerte del “Insigne cabecilla chileno Carlos Dublé”. Sin embargo, el muerto goza de buena salud.



Quien no comparte igual suerte es otro chileno, Arturo Lara, a la sazón teniente coronel del Ejército Mambí, quien comanda ya un regimiento. Se encuentra reponiéndose de sus heridas cuando su campamento recibe un sorpresivo ataque español. Más sangre chilena riega el árbol de la libertad de Nuestra América. Del valiente Lara, Carlos Dublé recuerda:

“En que oleadas de satisfacción nos bañábamos al sentir que lo llamaban “el león chileno”. Tenía 28 años y era hijo de un capitán del ejército chileno de los tiempos de Manuel Bulnes. Hermanos, nos dijo una vez que nos encontramos con sus fuerzas, si volvemos a Chile van a ponerse muy contentos allí al saber que nos hemos portado bien “

La guerra comienza a tomar un curso desfavorable para las armas españolas. Las quintas (se llamaban a sí a los contingentes españoles por la forma, uno de cada cinco, en que se seleccionaban los jóvenes españoles que se enrolaban obligatoriamente para venir a combatir Cuba) de reclutamiento han diezmado a la juventud española, el tesoro real escasea erosionado por los grandes gastos y un enjambre de depredadores que caen sobre el bajo pretexto de aprovisionar al ejército, pero, pero por sobre todo España ha perdido la confianza en la victoria.



Aparece entonces, ya lo hemos relatado, la intervención norteamericana. La `propaganda americana la hace aparecer, tanto en el mundo como en el propio EEUU, como una desinteresada intervención en aras de la libertad. En un comienzo esta es recibida con delirante alegría por los cubanos, pero a poco andar las aristas de la intervención se muestran con meridiana claridad. El propio Carlos Dublé reflexiona:

“Luego lo supimos todo: los yanquis bloqueaban la isla y se preparan para desembarcar en ella. De tal modo que no somos nosotros los vencedores sino los yanquis?”



Concluido el tratado de París, el ejército mambí queda en una situación de espera. Es la vuelta a la vida, Dublé recuerda:

“No necesito dejar constancia del gusto que nos daba cuando las cubanitas llegaban al campamento preguntando por los chilenos. A cuantas podría recordar, a cuantas que nos han hecho, tantas veces, pensar en volver a Cuba” (200).



Es la hora de la victoria. Junto a cinco mil hombres en formación encabezados por el general Pedro Betancourt entra Carlos Dublé al puerto de Matanzas, bajo los acordes de “la bayamesa”, el recibimiento es apoteósico. Luego se le destina como oficial de Estado Mayor al cuartel del generalísimo Máximo Gómez.



Hecha ya la paz se encuentran con un general español que les pregunta si son chilenos y porque han venido a luchar a Cuba. La respuesta de Dublé es una verdadera declaración de principios.

“Justamente, y de allá venimos a incorporarnos a las filas rebeldes, porque juzgamos que la libertad de Cuba es el complemento de la emancipación americana”.



Ha llegado la hora de la partida. El gobierno chileno a través de nuestro consulado en La Habana proporciona el papeleo y los pasajes. Dublé concluye:



“Se nos ofreció un banquete, al cual asistieron todos los oficiales del Estado mayor y los ayudantes del general Betancourt, quien nos abrazó dándonos las gracias en nombre de Cuba.”

Volvían a la patria lejana algunos, los otros quedaban para siempre en la tierra de José Martí. Partieron de Cuba con la sola satisfacción del deber americanista cumplido, satisfacción que para cualquier hombre de honor de Nuestra América vale más que cualquier gratificación material.

PEDRO VARGAS SOTOMAYOR

Había sido capital del ejército chileno y fue quien mayor relevancia alcanzó en la guerra.



El 25 de Marzo parte el vapor “Adirondack” desde Puerto Limón la primera expedición libertadora, la dirige Flor Crombet y forman parte de ella Antonio y José Maceo, Frank Agramonte, Pedro Vargas Sotomayor y algo más de una veintena de expedicionarios.



A las pocas horas de llegados y luego de establecer un pequeño campamento aparece una columna española de algo más de setenta hombres. Un aviso oportuno permite emboscar su vanguardia y causarle dos muertos, nueve heridos y hacerla huir. Al llegar la columna a Baracoa, los efectos de la derrota española causan gran impacto.

El día 10 cae muerto en un enfrentamiento, en el que le acompaña José Maceo, el general Flor Crombet. Los españoles se concentran ahora en Antonio Maceo.



La situación general para los insurrectos no se muestra promisoria, hay provincias que no se han alzado, dirigentes arrestados, fuerzas dispersas, el pueblo a la expectativa y dos bajas sensible como lo son los generales Flor Crombet y Guillermo Moncada (muerto de tuberculosis) una vez incorporado a las fuerzas de Bartolomé Masó.

Se produce el encuentro entre el generalísimo Máximo Gómez, Antonio Maceo y el delegado José Martí.

Agrupados ya los primeros combatientes, Maceo sale en busca del enemigo. Se producen una serie de hechos de armas todos muy favorables para las armas mambisas. Se combate sin pausa alguna.

Se enviaron a Martínez Campos 30 mil hombres de refuerzo, embarcados apresuradamente desde la península. Solicita cincuenta mil más.



Parte de inmediato el jefe español a dar caza al general insurrecto. Este avisa a su hermano Antonio en procura de apoyo. Este último reúne sus fuerzas para salir a la caza de los cazadores.

Este momento es muy importante por cuanto el chileno Vargas Sotomayor empieza desde aquí a aparecer en todos los relatos, memorias y textos de guerra. El historiador Miró Argenter señala

“ En éste lugar reunió Maceo casi todas las fuerzas de la división Cuba, formada por las del Cobre, Cambute, Santiago, Guantánamo, al mando de Agustín Cabreco, Pedro A. Pérez, Demetrio Castillo Duany, Vicente Minier, Silverio Sánchez Figueras, Prudencio Martínez, Dionisio Gil (dominicano) y Cartagena. El jefe de estado mayor seguía siéndolo el coronel adolfo Peña (colombiano), y del que formaban parte Juan Maspons Franco, Federico Pérez Carbó, Diego Palacios, Alfredo Jústiz Franco, Alberto Boix Odio, Emilio Bacardí Lay, Miguel Varona del Castillo, hijo, como hemos dicho de Enrique José Varona, Carlos González Clavel, Manuel Piedra Martel, Ramón Corona Ferrer, Eugenio Aguilera Kindelán, José González Valdés, Pedro Vargas Sotomayor (chileno), Nicolás Sauvanell , Ramón Ivonet...”





Este relato, como hemos dicho, descarta la hipótesis del historiador González Barrios de que Vargas Sotomayor llega a Santiago de Cuba el 1 de Septiembre, pues estamos hablando del mes de Agosto, y el chileno ya forma parte del Estado Mayor de Maceo.

Algo más de dos mil hombres constituyen la fuerza militar reunida por Maceo, pero muchos de ellos sin armas ni preparación suficiente.

Los cubanos salen al encuentro de los españoles. El 30 de Agosto se inicia la lucha. En un combate que dura 44 horas, con sólo breves interrupciones, las tropas españolas emprenden la huída soportando 300 bajas entre muertos y heridos.



Entre tanto, el generalísimo Máximo Gómez y Antonio Maceo configuran el plan de invasión al occidente del país, donde hasta ahora no hay actividad revolucionaria significativa y donde se encuentran también las importantes ciudades de Pinar del Río y La Habana , está última puerto principal y capital de la colonia.

Se trata de llevar la revolución al occidente del país, toda vez que en la mayor parte de Oriente, salvo en las grandes plazas fortificadas como Santiago de Cuba, la revolución tiene apoyo y consolidación.

Se trata, sin lugar a dudas, del esfuerzo estratégico de la revolución cubana, en el plano militar. La suerte de la columna invasora determinará el desenlace de la insurrección. El curso posterior de los acontecimientos confirmará la importancia de la columna invasora, sin desmerecer lo mucho que hará el general Calixto García al mando de las fuerzas revolucionarias en oriente, lo relevante es que todo el conjunto de las acciones militares se subordinan y orientan por el teatro de operaciones occidental, que no es otra cosa que decir, por el esfuerzo militar de esta columna.

Son días de febril actividad, pero en los que el general Antonio Maceo, mantiene permanentes conversaciones con su estado mayor y oficiales más importantes, entre los que esta Vargas Sotomayor. Así lo consigna Mirò Argenter para la historia:



“ Maceo gustaba de charlar, en las horas que le dejaban libres sus deberes políticos y militares, con el selecto grupo de revolucionarios que constituían sus más inmediatos auxiliares. Inolvidables tertulias formaban en derredor de él: Miró Argenter, periodista y escritor distinguido, Joaquín Castillo Duany, hombre de ciencia e investigador de continental renombre, Mariano Sánchez Vaillant, ingeniero graduado en universidades extranjeras; Portuondo Tamayo, orador y abogado de nota; Corona, Tirado, Maspons Franco y Peréz Carbó, periodistas con bien ganada fama; Frexes, abogado, Fernández Mascaró y Hugo Roberts, médicos; Varona Bacardí, Jústiz Franco, Montalvo, Lino Dou Piedra, Peña, Sotomayor, Feria, escritores, estudiantes, soldados...”



Vargas Sotomayor, o simplemente Sotomayor como le llaman en ocasiones los historiadores y sus compañeros de armas, esta como se aprecia, en ese “selecto grupo revolucionario”.

En Los Mangos de Baraguà, el mismo lugar en que Maceo se había negado a capitular en la Guerra de los Diez Años se conforma el estado mayor de la columna invasora, el que se dispone de la siguiente manera:



“Comandante en Jefe: Mayor General Antonio Maceo.Jefe de Estado Mayor: Brigadier José Miró y Argenter. Jefe de infantería: Brigadier Quintín Banderas.

Jefe de caballería: Brigadier Luis de Feria Garrayalde. Jefe de sanidad: Coronel Joaquín Castillo Duany. Jefe Instructor: Coronel Pedro Vargas Sotomayor.

Auditor General: Coronel Francisco Frexes.Jefe de Despacho. Coronel Federico Pérez Carbó. Jefe de la escolta: Teniente Coronel Andrés Hernández.”



La fuerza la componen un total de 1403 hombres, de entre ellos 810 de caballería. Es una fuerza pequeña para la enorme tarea política y militar que tiene por delante. Pero, movida por una fé inconmovible en la victoria marcha hacia su destino.

El 20 de Octubre Antonio entrega el mando de las fuerzas orientales a su hermano el general José Maceo.

El oficial Manuel Piedra Martel, que luego alcanzaría el generalato, nos hace un hermoso relato del acto de la partida:

“Antes de salir de los Mangos de Baraguá, celebramos allí una hermosa fiesta en honor del gobierno de la república, que se hallaba presente, y para solemnizar la partida de la columna invasora. Se había construido con maderas del monte, una espaciosa glorieta, en la cual se sentaron los miembros del gobierno y los principales jefes militares. La construcción de la glorieta fue dirigida por el coronel Pedro Vargas Sotomayor, natural de Chile, de cuyo ejército procedía con el grado de capitán, y a quien, como militar de escuela que era, se le dio en nuestro ejército el grado de coronel. Una banda de música, la misma que acompañó después a la columna invasora, compuesta de holguineros, pobló el aire de notas, ora alegres, ora marciales, y se pronunciaron patrióticos discursos alusivos a la magna empresa que íbamos a acometer.”

Más adelante, Piedra Martel agrega con emoción y merecido orgullo:



“ El 22 de Octubre de 1895 ., a los diecisiete años, siete meses y ocho días de haberse formulado la histórica protesta de Baraguá, y exactamente desde los mangos a cuya sombra se celebró el 14 de Marzo de 1878 la entrevista del general Antonio Maceo y el general en jefe del ejército español, general Arsenio Martínez Campos, salía el ejército invasor cubano a llevarles el auxilio de sus armas y de sus glorias, a sus hermanos de occidente, mandado por el mismo victorioso caudillo que fuera protagonista en aquél acto final del decenio heroico. Nuestra columna constaba de poco más de mil cuatrocientos hombres, de los cuales ochocientos eran de caballería y trescientos cincuenta de infantería, el resto lo componían oficiales del cuartel general y escolta del mismo, escolta del gobierno, cuerpo de sanidad y agregados al estado mayor “.



La suerte estaba echada.

El sólo hecho de llegar a occidente era una proeza militar por si misma, había que cruzar varias provincias atestadas de columnas españolas sin la tupida vegetación de oriente y sin líneas de aprovisionamiento, por si esto fuera poco había que cruzar la Trocha de Jucaro a Morón, línea militar española dispuesta precisamente para impedir el paso de los cubanos.

Si se lograba todo esto, una vez en occidente las cosas se pondrían aún peores. En un espacio de terreno muy reducido en comparación al teatro de operaciones de oriente y haciendo la guerra en las puertas misma de La Habana enfrentarían lo mejor del ejército español. Este último tendría líneas de aprovisionamiento seguras y a muy corta distancia su fuente principal.

Hacia ese destino marcha la columna invasora a los sones de “ La bayamesa”. De ese pequeño ejército se podría repetir lo que Gabriela Mistral dijera del de Sandino; “allá va ese pequeño ejército loco, loco de coraje, loco de dignidad, loco de amor a su patria”. En esa fuerza político - militar de Nuestra América marchaba un oficial chileno; marchaba en su Estado Mayor.



Pedro Vargas Sotomayor participará en cerca de doscientos combates, destacándose en Cacarajìcara y Ceja del Negro, entre otros tantos. Encontrará gloriosa muerte en combate el 6 de Noviembre de 1896 en la zona de Bahía Honda, Pinar del Río con el grado de general alcanzado por méritos en el campo de batalla. Su muerte, y la de tantos otros, no serán en vano pues la columna invasora conseguirá su cometido estratégico que significará en definitiva el triunfo de la insurrección independentista. La intervención norteamericana se dejará caer sobre un ejército español política y militarmente ya derrotado.





ROBERTO AVILA TOLEDO

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